por Atilio A. Boron - Ponencia presentada al Congreso Internacional "Comunicación e Integración Latinoamericana desde y para el Sur en el Décimo Aniversario de Telesur", Ciespal, Quito, 23 de julio de 2015.
América Latina viene protagonizando, desde finales del siglo pasado, una tremenda batalla por construir una democracia digna de ese nombre. Esto quiere decir, algo que vaya más allá de la sola alusión a la mecánica electoral y que se sintetiza en la tentativa de fundar sociedades más justas en este, el continente más desigual e injusto del planeta. En otras palabras, completar el tránsito entre una democracia eleccionaria a otra de carácter sustantiva y fundamental.
En nuestro Aristóteles en Macondo vimos que la experiencia enseña que en la medida en que las democracias admitan resignadamente la injusticia, la desigualdad y la opresión inherentes al sistema capitalista sus gobernantes no tropezarán con obstáculo alguno que trabe su funcionamiento. Claro, la pregunta es si a un tipo de régimen como ese le cabe el nombre de democracia y la respuesta es un rotundo no.
Pero si, conmovidos por los sufrimientos y las desdichas de sus pueblos, esos gobernantes se propusieran poner fin a aquellos flagelos, o hacer real la soberanía popular, allí comenzarían los problemas. Y tal como lo comprueba la historia, en tales casos la respuesta de las clases dominantes es brutal - texto completo
América Latina viene protagonizando, desde finales del siglo pasado, una tremenda batalla por construir una democracia digna de ese nombre. Esto quiere decir, algo que vaya más allá de la sola alusión a la mecánica electoral y que se sintetiza en la tentativa de fundar sociedades más justas en este, el continente más desigual e injusto del planeta. En otras palabras, completar el tránsito entre una democracia eleccionaria a otra de carácter sustantiva y fundamental.
En nuestro Aristóteles en Macondo vimos que la experiencia enseña que en la medida en que las democracias admitan resignadamente la injusticia, la desigualdad y la opresión inherentes al sistema capitalista sus gobernantes no tropezarán con obstáculo alguno que trabe su funcionamiento. Claro, la pregunta es si a un tipo de régimen como ese le cabe el nombre de democracia y la respuesta es un rotundo no.
Pero si, conmovidos por los sufrimientos y las desdichas de sus pueblos, esos gobernantes se propusieran poner fin a aquellos flagelos, o hacer real la soberanía popular, allí comenzarían los problemas. Y tal como lo comprueba la historia, en tales casos la respuesta de las clases dominantes es brutal - texto completo