Los grandes medios de comunicación presentaron la Cumbre de Panamá como el inicio de una nueva era de convivencia.
Ponderaron el fin de la guerra fría y atribuyeron a Obama una postura de distención opuesta a la belicosidad de Maduro. También contrastaron la reintegración de Cuba a la región con el aislamiento de Venezuela y evaluaron al encuentro como un éxito de la diplomacia estadounidense.
Este diagnóstico fue expuesto antes y después del cónclave, como si la reunión no hubiera aportado nada relevante.
Pero este relato omitió que 33 de los 35 mandatarios presentes rechazaron la imputación de Venezuela como una “amenaza a la seguridad estadounidense”. Todos reclamaron la derogación de la orden ejecutiva, que dispone bloqueos de bienes y restricciones a los visados de ciudadanos de ese país.
Esta exigencia fue expuesta en enfáticos discursos que ningún socio del imperio contradijo. El propio Obama prefirió retirarse del plenario para eludir esos cuestionamientos. En un marco adverso Estados Unidos debió posponer su agenda.
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Ponderaron el fin de la guerra fría y atribuyeron a Obama una postura de distención opuesta a la belicosidad de Maduro. También contrastaron la reintegración de Cuba a la región con el aislamiento de Venezuela y evaluaron al encuentro como un éxito de la diplomacia estadounidense.
Este diagnóstico fue expuesto antes y después del cónclave, como si la reunión no hubiera aportado nada relevante.
Pero este relato omitió que 33 de los 35 mandatarios presentes rechazaron la imputación de Venezuela como una “amenaza a la seguridad estadounidense”. Todos reclamaron la derogación de la orden ejecutiva, que dispone bloqueos de bienes y restricciones a los visados de ciudadanos de ese país.
Esta exigencia fue expuesta en enfáticos discursos que ningún socio del imperio contradijo. El propio Obama prefirió retirarse del plenario para eludir esos cuestionamientos. En un marco adverso Estados Unidos debió posponer su agenda.
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