por Aram Aharonian -- Brasil ha vivido en los últimos meses –y aún vive– horas cruciales. Los asaltantes conservadores al poder se están jugando el resto.
Mientras se pudre la reputación de sus principales líderes y los arcángeles de la ética pacata entran en combustión, la situación se torna más peligrosa porque hay un estrechísimo margen entre la desmoralización absoluta y la capacidad residual de articular el golpe, advierte Saul Leblon en Carta Maior.
La derecha se convenció de que la democracia es un estorbo para ejercer su poder en totalidad. Y hay que salir de ella, asesinarla, si se pudiera, de forma elegante, de guante blanco.
Presionado por los cinco millones de dólares –provenientes de sobornos– descubiertos en Suiza, el presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha negoció su cabeza por ser adalid del golpe blando con los socialdemócratas del perdedor –ante Dilma, en octubre– Aecio Neves y el ex presidente neoliberal Fernando Enrique Cardoso - texto completo
Mientras se pudre la reputación de sus principales líderes y los arcángeles de la ética pacata entran en combustión, la situación se torna más peligrosa porque hay un estrechísimo margen entre la desmoralización absoluta y la capacidad residual de articular el golpe, advierte Saul Leblon en Carta Maior.
La derecha se convenció de que la democracia es un estorbo para ejercer su poder en totalidad. Y hay que salir de ella, asesinarla, si se pudiera, de forma elegante, de guante blanco.
Presionado por los cinco millones de dólares –provenientes de sobornos– descubiertos en Suiza, el presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha negoció su cabeza por ser adalid del golpe blando con los socialdemócratas del perdedor –ante Dilma, en octubre– Aecio Neves y el ex presidente neoliberal Fernando Enrique Cardoso - texto completo