x Gilberto Maringoni [periodista, profesor de Relaciones Internacionales de la UFABC] - Las masivas movilizaciones populares frenaron las variadas estrategias de la oposición para destituir a la presidenta Dilma Russeff - No habrá golpe, vale pensar en el día después
- Pensar libre, es sólo pensar - (Millôr Fernandes, escritor, humorista brasileño)
Se comienza a vislumbrar la posibilidad de que el golpe sea derrotado. No es espejismo. Hay un cambio real de clima en el país. El miedo a la derecha por parte de la izquierda fue sustituido por la necesidad de hacer alguna cosa.
Las manifestaciones de marzo fueron sorprendentes - Representan un punto alto, superando en mucho a las movilizaciones de diciembre 2015 e incluso aquella que posibilitó la victoria de Dilma en el segundo turno, en 2014. Son movimientos macizos y horizontales. Se registraron en decenas de ciudades de Brasil y del exterior, galvanizando a trabajadores, activistas, artistas, académicos y mucha gente que hace tiempo no ejercitaba sus músculos colectivamente en las calles.
Se consolida una corriente de opinión contra el golpe. Lo mejor de la intelectualidad brasileña parece
despertar de una larga hibernación. Es algo que denota la singularidad de los tiempos. Son marchas
contra la derecha y contra la política del PT real en tiempos de ajuste.
Algo muy difícil está siendo demandado por buena parte de nuestro pueblo: se trata de no dejar a
una gestión que ataca sistemáticamente a la población ser defenestrada por el ultraneoliberalismo
de laca (fijador) de la antigualla pemedebista.
Esa marea popular en ascenso sacó momentáneamente de la escena a la derecha hidrófoba. Es
posible que la articulación golpista esté perdiendo impulso.
La Globo recalibró el enfoque de su cobertura. No es que haya cambiado de posición. Sino que el
desgaste de asociarse a los personajes del tren fantasma del rebaño de Michel Temer puede haber
forzado un pequeño retroceso táctico a la sucia cobertura realizada en las últimas semanas.
El gobierno y el PT, que serían los beneficiados de esta situación, parecen a esta altura
imposibilitados de reaccionar. Tal vez sea bueno. En la mayoría de las veces que el gobierno de
Dilma se manifestó, en este segundo mandato, fue para intervenir contra alguna garantía popular.
Pero dejémonos de rodeos. La cuestión central es: ¿El Congreso impedirá el juicio político ()?
La papa no está en las manos del gobierno, que moverá sus cartas para garantizar el fatídico
número de 171 diputados a su favor.
El peso de la acción cabe a la oposición de derecha, que tendrá que clavar 342 votos en el plenario para desalojar el tercer piso del predio del lado. Aunque la mayor probabilidad es que la caída de la mandataria se concretara, el juego puede no funcionar. El impedimento peligra ser reprobado.
Vale la pena imaginar la posible situación. El PMDB conocerá el ridículo en plenitud. No tiraba una
pelota afuera de esa magnitud desde la grotesca carta de Michel Temer, el año pasado. Incluso venciendo, el gobierno poco tendrá que festejar. Sus líderes probablemente se recordarán
que Pirro enfrentó un dilema semejante.
El podrá ser derrotado por un gobierno en absoluta minoría en el Congreso y en la sociedad. Hay
chances mínimas de revertir la crisis económica en el corto plazo. Aun cuando Lula asuma un cargo
prominente, nada garantiza que la desastrosa orientación económica – que favorece a los bancos –
sufrirá algún cambio.
Ciertamente que es un escenario mucho mejor que una derrota. Será una oportunidad para
recomenzar, con relativa buena voluntad popular. Pero es poco probable que Dilma y que su partido
quieran deshacer compromisos firmados en la campaña más cara en la historia de la República, 319
millones de Reales - situación difícil - texto completo
- Pensar libre, es sólo pensar - (Millôr Fernandes, escritor, humorista brasileño)
Se comienza a vislumbrar la posibilidad de que el golpe sea derrotado. No es espejismo. Hay un cambio real de clima en el país. El miedo a la derecha por parte de la izquierda fue sustituido por la necesidad de hacer alguna cosa.
Las manifestaciones de marzo fueron sorprendentes - Representan un punto alto, superando en mucho a las movilizaciones de diciembre 2015 e incluso aquella que posibilitó la victoria de Dilma en el segundo turno, en 2014. Son movimientos macizos y horizontales. Se registraron en decenas de ciudades de Brasil y del exterior, galvanizando a trabajadores, activistas, artistas, académicos y mucha gente que hace tiempo no ejercitaba sus músculos colectivamente en las calles.
Se consolida una corriente de opinión contra el golpe. Lo mejor de la intelectualidad brasileña parece
despertar de una larga hibernación. Es algo que denota la singularidad de los tiempos. Son marchas
contra la derecha y contra la política del PT real en tiempos de ajuste.
Algo muy difícil está siendo demandado por buena parte de nuestro pueblo: se trata de no dejar a
una gestión que ataca sistemáticamente a la población ser defenestrada por el ultraneoliberalismo
de laca (fijador) de la antigualla pemedebista.
Esa marea popular en ascenso sacó momentáneamente de la escena a la derecha hidrófoba. Es
posible que la articulación golpista esté perdiendo impulso.
La Globo recalibró el enfoque de su cobertura. No es que haya cambiado de posición. Sino que el
desgaste de asociarse a los personajes del tren fantasma del rebaño de Michel Temer puede haber
forzado un pequeño retroceso táctico a la sucia cobertura realizada en las últimas semanas.
El gobierno y el PT, que serían los beneficiados de esta situación, parecen a esta altura
imposibilitados de reaccionar. Tal vez sea bueno. En la mayoría de las veces que el gobierno de
Dilma se manifestó, en este segundo mandato, fue para intervenir contra alguna garantía popular.
Pero dejémonos de rodeos. La cuestión central es: ¿El Congreso impedirá el juicio político ()?
La papa no está en las manos del gobierno, que moverá sus cartas para garantizar el fatídico
número de 171 diputados a su favor.
El peso de la acción cabe a la oposición de derecha, que tendrá que clavar 342 votos en el plenario para desalojar el tercer piso del predio del lado. Aunque la mayor probabilidad es que la caída de la mandataria se concretara, el juego puede no funcionar. El impedimento peligra ser reprobado.
Vale la pena imaginar la posible situación. El PMDB conocerá el ridículo en plenitud. No tiraba una
pelota afuera de esa magnitud desde la grotesca carta de Michel Temer, el año pasado. Incluso venciendo, el gobierno poco tendrá que festejar. Sus líderes probablemente se recordarán
que Pirro enfrentó un dilema semejante.
El podrá ser derrotado por un gobierno en absoluta minoría en el Congreso y en la sociedad. Hay
chances mínimas de revertir la crisis económica en el corto plazo. Aun cuando Lula asuma un cargo
prominente, nada garantiza que la desastrosa orientación económica – que favorece a los bancos –
sufrirá algún cambio.
Ciertamente que es un escenario mucho mejor que una derrota. Será una oportunidad para
recomenzar, con relativa buena voluntad popular. Pero es poco probable que Dilma y que su partido
quieran deshacer compromisos firmados en la campaña más cara en la historia de la República, 319
millones de Reales - situación difícil - texto completo