Homar Garcés (especial para Argenpress.info) - Coincidencia o no, llama la atención que el 6 de febrero de 2015 el presidente Barack Obama haya establecido en su doctrina de seguridad nacional 2015: «Estamos del lado de los ciudadanos cuyo pleno ejercicio de la democracia está en peligro, como los venezolanos».
Seis días después, el Presidente Nicolás Maduro denunció la «Operación Jericó» mediante la cual se procedería a su asesinato y derrocamiento del gobierno venezolano.
Según se ha revelado, en este complot contra el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela estarían implicados, además de Estados Unidos, varios gobiernos.
Al parecer, Alemania se encargaría de la protección de los ciudadanos de los países de la OTAN durante el golpe contra Nicolás Maduro, a Canadá le correspondería controlar todo movimiento en el aeropuerto internacional de Maiquetía, Israel ejecutaría los asesinatos de algunos chavistas prominentes, mientras que al Reino Unido se le encomendaría la propaganda de los golpistas, a fin de revestir al nuevo gobierno de la legitimidad requerida.
Todo esto da cuenta de los niveles de intervención en los asuntos internos de Venezuela, lo que podría precipitar la puesta en práctica de operaciones de bandera falsa.
A través de éstas, serían efectuados atentados y montajes, planeados para atribuírseles al gobierno y a los movimientos políticos chavistas, a fin de desatar mayores conflictos en el país que “ameriten” la ayuda internacional, es decir, la invasión de las tropas norteamericanas, a semejanza de lo hecho en Europa con la Operación Gladio, una red clandestina secreta anticomunista que operó bajo la dirección de la Otan y la Cia en plena Guerra Fría.
Esto no sería ninguna novedad para el imperialismo gringo. En 1964 se le hizo creer a la opinión pública que barcos de Vietnam del Norte habían accionado sus armas contra otro de insignia estadounidense, lo que sirvió de pretexto desencadenar la guerra de Vietnam.
Algo igual se planificó en el caso de Cuba y, de la misma forma, se llevó a cabo por parte del gobierno de George W. Bush una campaña para vincular a Irak con los ataques del 11 de septiembre de 2001 y así disponer de una justificación más idónea para atacar a este país del Medio Oriente.
Como lo refiere Bruno Sgarzini en su artículo Agresión de espectro completo: versión América Latina, extendiendo su análisis a la situación económica presentada en Argentina, Brasil y Venezuela, “el objetivo es caotizar la gobernabilidad mediante la construcción de una tensión social artificial dentro de una estrategia de guerra líquida para que en vez de dedicarse a avanzar en los nuevos desafíos necesarios y particulares de cada país se caiga en los temas sin ‘resolución’ instalados por la contra para que sirvan de autogolpes en la cara para los procesos sociales y su deslegitimación ante sus pueblos”.
Logrado tal objetivo, no es descartable la posibilidad que el imperialismo y sus subalternos recurran a operaciones de bandera falsa y produzcan alguna situación enmarañada en estas naciones con la cual, de una u otra manera, buscarían producir -eventualmente- la caída de sus gobiernos, lo que podría contrarrestarse de modo eficaz y contundente mediante una movilización popular antiimperialista y la solidaridad de los gobiernos y pueblos de nuestra América - via Argenpress
Seis días después, el Presidente Nicolás Maduro denunció la «Operación Jericó» mediante la cual se procedería a su asesinato y derrocamiento del gobierno venezolano.
Según se ha revelado, en este complot contra el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela estarían implicados, además de Estados Unidos, varios gobiernos.
Al parecer, Alemania se encargaría de la protección de los ciudadanos de los países de la OTAN durante el golpe contra Nicolás Maduro, a Canadá le correspondería controlar todo movimiento en el aeropuerto internacional de Maiquetía, Israel ejecutaría los asesinatos de algunos chavistas prominentes, mientras que al Reino Unido se le encomendaría la propaganda de los golpistas, a fin de revestir al nuevo gobierno de la legitimidad requerida.
Todo esto da cuenta de los niveles de intervención en los asuntos internos de Venezuela, lo que podría precipitar la puesta en práctica de operaciones de bandera falsa.
A través de éstas, serían efectuados atentados y montajes, planeados para atribuírseles al gobierno y a los movimientos políticos chavistas, a fin de desatar mayores conflictos en el país que “ameriten” la ayuda internacional, es decir, la invasión de las tropas norteamericanas, a semejanza de lo hecho en Europa con la Operación Gladio, una red clandestina secreta anticomunista que operó bajo la dirección de la Otan y la Cia en plena Guerra Fría.
Esto no sería ninguna novedad para el imperialismo gringo. En 1964 se le hizo creer a la opinión pública que barcos de Vietnam del Norte habían accionado sus armas contra otro de insignia estadounidense, lo que sirvió de pretexto desencadenar la guerra de Vietnam.
Algo igual se planificó en el caso de Cuba y, de la misma forma, se llevó a cabo por parte del gobierno de George W. Bush una campaña para vincular a Irak con los ataques del 11 de septiembre de 2001 y así disponer de una justificación más idónea para atacar a este país del Medio Oriente.
Como lo refiere Bruno Sgarzini en su artículo Agresión de espectro completo: versión América Latina, extendiendo su análisis a la situación económica presentada en Argentina, Brasil y Venezuela, “el objetivo es caotizar la gobernabilidad mediante la construcción de una tensión social artificial dentro de una estrategia de guerra líquida para que en vez de dedicarse a avanzar en los nuevos desafíos necesarios y particulares de cada país se caiga en los temas sin ‘resolución’ instalados por la contra para que sirvan de autogolpes en la cara para los procesos sociales y su deslegitimación ante sus pueblos”.
Logrado tal objetivo, no es descartable la posibilidad que el imperialismo y sus subalternos recurran a operaciones de bandera falsa y produzcan alguna situación enmarañada en estas naciones con la cual, de una u otra manera, buscarían producir -eventualmente- la caída de sus gobiernos, lo que podría contrarrestarse de modo eficaz y contundente mediante una movilización popular antiimperialista y la solidaridad de los gobiernos y pueblos de nuestra América - via Argenpress