Con plantaciones en Centroamérica, el Caribe y Sudamérica (Colombia y Ecuador) la United Fruit, con Samuel Zemurray a la cabeza, controlaba la vida de estos países con la omnipresencia de las divinidades.
Neruda en El Canto General, dice: “la Compañía Frutera se reservó lo más jugoso, la costa central de mi tierra, la dulce cintura de América”.
La “seguridad jurídica” de empresas mineras y fruteras estuvo, pues, asegurada de esa forma.
Después fueron los sobornos millonarios, generalmente, a los coroneles y generales convertidos en jefes de estado por largos períodos, el mecanismo predilecto para asegurar la inversión extranjera con «sólida seguridad jurídica».
Sin embargo, desde hace unas tres décadas la frase “seguridad jurídica” se escucha con insistencia por parte de voceros de las organizaciones de empresarios.
Debido a que el filibusterismo y los golpes de estado militares que se extendieron hasta inicios del siglo XXI (si consideramos el que le propinaron a Hugo Chávez –2002–; pero que finalmente fue revertido) ya están caducos,
la seguridad jurídica, la exigen para garantizar jugosas utilidades en detrimento de los trabajadores.
La inversión extranjera, por cierto, a la mayoría de países, los mantiene altamente endeudados y abusivamente dependientes.
La inversión externa (y muchos otros artilugios financieros creados por la banca privada internacional), cuando no se la puede usar a favor (como ha hecho China) ha sido, pues, uno de los principales mecanismos hegemónicos de los que se han válido
USA y algunos países europeos para perpetuar el saqueo de nuestros recursos naturales y mantener dominados a los gobernantes y en servidumbre a los pueblos a través de sus “inversionistas más exitosos”, es decir, de sus mayores Homo rapax u Homo depraedator.
A final de cuentas se trata de asegurar la explotación laboral y la optimización de las utilidades financieras, mercantiles y comerciales que se esconden bajo ese ropaje de la inversión externa - Leer màs