por Andrés Mora Ramírez (nodal)
Hoy, solo la fuerza bruta o la conspiración edulcorada con cínicas apelaciones a la democracia liberal, parecen ser los únicos recursos con los que cuenta el imperialismo. En ese clima de decadencia, el presidente estadounidense toma ánimo para aventuras cuyo desenlace podría ser trágico, una vez más, para nuestra América.
Barack Obama está en carrera abierta contra el tiempo, contra su destino y contra la historia. Su segundo mandato ya entró en la vuelta final y el cambio prometido al son del yes, we can, sigue siendo un objeto de estudio para la comunicación política, pero no una realidad constatable, que llene las enormes expectativas que despertó.
Como bien lo dijo el columnista colombiano Héctor Abad Falcione, con motivo de la derrota republicana en las elecciones de medio período, “las esperanzas desmedidas y las grandes ilusiones (todos soñamos con que el primer presidente negro de Estados Unidos iba a cambiar el mundo) suelen terminar en grandes decepciones”.
El mandatario que hoy recorre los pasillos de la Casa Blanca ha de llevar sobre sus hombros una pesada carga: esa de no reconocer en el espejo de la realidad continental y global, los escenarios que su refinada retórica y su equipo de expertos políticos y de marketing le hicieron augurar en sus discursos y declaraciones públicos - ver más en nodal (noticias de América latina)
Hoy, solo la fuerza bruta o la conspiración edulcorada con cínicas apelaciones a la democracia liberal, parecen ser los únicos recursos con los que cuenta el imperialismo. En ese clima de decadencia, el presidente estadounidense toma ánimo para aventuras cuyo desenlace podría ser trágico, una vez más, para nuestra América.
Barack Obama está en carrera abierta contra el tiempo, contra su destino y contra la historia. Su segundo mandato ya entró en la vuelta final y el cambio prometido al son del yes, we can, sigue siendo un objeto de estudio para la comunicación política, pero no una realidad constatable, que llene las enormes expectativas que despertó.
Como bien lo dijo el columnista colombiano Héctor Abad Falcione, con motivo de la derrota republicana en las elecciones de medio período, “las esperanzas desmedidas y las grandes ilusiones (todos soñamos con que el primer presidente negro de Estados Unidos iba a cambiar el mundo) suelen terminar en grandes decepciones”.
El mandatario que hoy recorre los pasillos de la Casa Blanca ha de llevar sobre sus hombros una pesada carga: esa de no reconocer en el espejo de la realidad continental y global, los escenarios que su refinada retórica y su equipo de expertos políticos y de marketing le hicieron augurar en sus discursos y declaraciones públicos - ver más en nodal (noticias de América latina)