por Rodrigo Rojas Orozco* - El acuerdo de cese bilateral definitivo del fuego que se firmó en La Habana entre el gobierno colombiano y los negociadores de las Farc el pasado 23 de junio y que tiene como garantes a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y a la CELAC,
es el inicio de una ruta para que a partir de la firma definitiva de los pactos de paz, de los cuales hay pendientes varios puntos por concertarse, esta organización insurgente pueda convertirse en un movimiento político con plenas garantías constitucionales y legales.
Este final del camino que se inicia con este acuerdo, tiene- además de los puntos no negociados todavía- varios escollos que superar.
El primer tiene que ver con un recrudecimiento de los grupos neo paramilitares, herencia de un acuerdo que se hizo en el 2006 de sometimiento a la justicia el cual no desmovilizó a todas estas estructuras armadas, conformando nuevas organizaciones denominadas de diversas maneras pero cometiendo los mismos crímenes y agrediendo a dirigentes sociales, líderes de movimientos ambientales y de restitución de tierras - texto completo
es el inicio de una ruta para que a partir de la firma definitiva de los pactos de paz, de los cuales hay pendientes varios puntos por concertarse, esta organización insurgente pueda convertirse en un movimiento político con plenas garantías constitucionales y legales.
Este final del camino que se inicia con este acuerdo, tiene- además de los puntos no negociados todavía- varios escollos que superar.
El primer tiene que ver con un recrudecimiento de los grupos neo paramilitares, herencia de un acuerdo que se hizo en el 2006 de sometimiento a la justicia el cual no desmovilizó a todas estas estructuras armadas, conformando nuevas organizaciones denominadas de diversas maneras pero cometiendo los mismos crímenes y agrediendo a dirigentes sociales, líderes de movimientos ambientales y de restitución de tierras - texto completo