x María Julio Giménez - El pensador marxista argentino analiza los limites do Estado burgués en América Latina y las semejanzas entre ambos golpes
Después de 43 años del golpe de Estado en Chile que derrocó al gobierno de Salvador Allende, el pensador latinoamericano Atilio Borón conversó con Brasil de Fato para leer, a la luz del proceso chileno, los recientes acontecimientos que violentan el orden democrático en América Latina.
Según el sociólogo argentino, los cambios constitucionales emprendidos por los gobiernos de Hugo Chavez, en Venezuela; Evo Morales, en Bolivia; y Rafael Correa, en Ecuador, crearon un nuevo orden institucional que permitió a los lideres hacer las reformas necesarias para mejorar la calidad de vida de la población.
Sin embargo, la victoria electoral de Mauricio Macri, en Argentina, y el reciente impeachment de la presidenta Dilma Rousseff, en Brasil, marcan las flaquezas de los procesos de estos países, que mantuvieran la estructura del Estado burgués. Esas fragilidades fueron aprovechadas por los Estados Unidos en la tentativa de recobrar su posiciones en el escenario internacional.
“Yo creo que Lula cayó víctima de su postura tecnocrática. Él mandó al pueblo a sus casas y, cuando los lobos fueron a atacar a Dilma ella abrió la ventana y no tenia a nadie. Confió e hizo alianzas con sectores del poder que claramente iban a traicionarlo. Hasta un ciego podría verlo”, evaluó.
Brasil de Fato - ¿Qué enseñanzas dejo el golpe en Chile en septiembre de 1973? ¿Cómo la experiencia chilena nos ayuda a pensar el proceso actual que vivimos en América Latina? ¿Y como los procesos de hoy nos ayudan a repensar nuestra historia como pueblo latinoamericano?
Atilio Borón - Yo creo que el golpe en Chile fue una tragedia que de alguna forma anunció lo que sucedería después en la mayoría de los países de América Latina. Brasil ya había tenido el golpe en 1964, Argentina también, en 1966.
Pero el de Chile, en 1973, fue otra cosa. Fue un experimento radical de terapia de “shock” que sería aplicado en el resto de los países de América Latina y, también, en algunos países del capitalismo avanzado.
La experiencia chilena fue una experiencia muy desigual, en relación a otras regiones. El gobierno de Salvador Allende fue manteniendo el marco institucional del Estado burgués. O sea, no hubo reforma de la Constitución.
Simplemente hubo un debate en torno de la posible interpretación de ciertas clausulas de la Constitución que le impidió al gobierno de Allende avanzar en políticas de nacionalización, control de precios e intervenciones de los mercados.
Pero [Allende] no hizo lo que hicieron los venezolanos, los bolivianos y ecuatorianos. Ellos crearon un nuevo orden constitucional, una nueva institucionalidad, introduciendo las reformas necesarias para mejorar la calidad de vida de la población.
¿Qué podemos aprender? En principio, un Estado burgués con una Constitución burguesa, con relaciones capitalistas de producción, con fuerte peso de grandes corporaciones y con la presencia de grandes empresas multinacionales y trasnacionales, impone límites mucho estrechos.
Y, cuando los cambios trascienden, van más allá de los límites, el proceso democrático entra en una zona de riesgo y rápidamente es eliminado por los agentes de la conservación social, o sea, de las clases dominantes.
En contextos económicos muy complejos, inevitablemente, se generan esos procesos, porque la burguesía provoca sabotajes permanentes, las “huelgas de la burguesía”. Ellos dejan de invertir, comienzan las fugas de capitales y se entorpece el proceso productivo en todo los niveles, provocando un gran malestar de la población.
Eventualmente, se prepara la base social para una revuelta fascista. Esa fue la reacción chilena en 1973. Y yo creo que fue aprendida por Chávez y, después de él, por Evo y por Correa. Porque la primera cosa que ellos hicieron fue ampliar el marco institucional de los procesos transformadores en Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Fue muy significativo, muy importante. Introdujeron innovaciones que potenciaron el protagonismo popular, el refrendo revocatorio, hasta el reconocimiento, en el caso de Bolivia, de formas de gobierno de los pueblos originarios - texto completo
Después de 43 años del golpe de Estado en Chile que derrocó al gobierno de Salvador Allende, el pensador latinoamericano Atilio Borón conversó con Brasil de Fato para leer, a la luz del proceso chileno, los recientes acontecimientos que violentan el orden democrático en América Latina.
Según el sociólogo argentino, los cambios constitucionales emprendidos por los gobiernos de Hugo Chavez, en Venezuela; Evo Morales, en Bolivia; y Rafael Correa, en Ecuador, crearon un nuevo orden institucional que permitió a los lideres hacer las reformas necesarias para mejorar la calidad de vida de la población.
Sin embargo, la victoria electoral de Mauricio Macri, en Argentina, y el reciente impeachment de la presidenta Dilma Rousseff, en Brasil, marcan las flaquezas de los procesos de estos países, que mantuvieran la estructura del Estado burgués. Esas fragilidades fueron aprovechadas por los Estados Unidos en la tentativa de recobrar su posiciones en el escenario internacional.
“Yo creo que Lula cayó víctima de su postura tecnocrática. Él mandó al pueblo a sus casas y, cuando los lobos fueron a atacar a Dilma ella abrió la ventana y no tenia a nadie. Confió e hizo alianzas con sectores del poder que claramente iban a traicionarlo. Hasta un ciego podría verlo”, evaluó.
Brasil de Fato - ¿Qué enseñanzas dejo el golpe en Chile en septiembre de 1973? ¿Cómo la experiencia chilena nos ayuda a pensar el proceso actual que vivimos en América Latina? ¿Y como los procesos de hoy nos ayudan a repensar nuestra historia como pueblo latinoamericano?
Atilio Borón - Yo creo que el golpe en Chile fue una tragedia que de alguna forma anunció lo que sucedería después en la mayoría de los países de América Latina. Brasil ya había tenido el golpe en 1964, Argentina también, en 1966.
Pero el de Chile, en 1973, fue otra cosa. Fue un experimento radical de terapia de “shock” que sería aplicado en el resto de los países de América Latina y, también, en algunos países del capitalismo avanzado.
La experiencia chilena fue una experiencia muy desigual, en relación a otras regiones. El gobierno de Salvador Allende fue manteniendo el marco institucional del Estado burgués. O sea, no hubo reforma de la Constitución.
Simplemente hubo un debate en torno de la posible interpretación de ciertas clausulas de la Constitución que le impidió al gobierno de Allende avanzar en políticas de nacionalización, control de precios e intervenciones de los mercados.
Pero [Allende] no hizo lo que hicieron los venezolanos, los bolivianos y ecuatorianos. Ellos crearon un nuevo orden constitucional, una nueva institucionalidad, introduciendo las reformas necesarias para mejorar la calidad de vida de la población.
¿Qué podemos aprender? En principio, un Estado burgués con una Constitución burguesa, con relaciones capitalistas de producción, con fuerte peso de grandes corporaciones y con la presencia de grandes empresas multinacionales y trasnacionales, impone límites mucho estrechos.
Y, cuando los cambios trascienden, van más allá de los límites, el proceso democrático entra en una zona de riesgo y rápidamente es eliminado por los agentes de la conservación social, o sea, de las clases dominantes.
En contextos económicos muy complejos, inevitablemente, se generan esos procesos, porque la burguesía provoca sabotajes permanentes, las “huelgas de la burguesía”. Ellos dejan de invertir, comienzan las fugas de capitales y se entorpece el proceso productivo en todo los niveles, provocando un gran malestar de la población.
Eventualmente, se prepara la base social para una revuelta fascista. Esa fue la reacción chilena en 1973. Y yo creo que fue aprendida por Chávez y, después de él, por Evo y por Correa. Porque la primera cosa que ellos hicieron fue ampliar el marco institucional de los procesos transformadores en Venezuela, Bolivia y Ecuador.
Fue muy significativo, muy importante. Introdujeron innovaciones que potenciaron el protagonismo popular, el refrendo revocatorio, hasta el reconocimiento, en el caso de Bolivia, de formas de gobierno de los pueblos originarios - texto completo