[Sputnik / elcomunista.net] - El sábado 14 de marzo los educadores
uruguayos se vieron frente a una situación inédita: las clases
presenciales quedaban suspendidas por tiempo indeterminado a causa del Covid-19.
Por Denisse Ferré Rodríguez* - No habría nadie cuestionando sus argumentos, murmullos en el fondo,
miradas de complicidad o de hastío, no verían la cara de suspicacia del
alumno que levanta la mano sabiendo que tiene la respuesta a la pregunta
que recién hicieron o una cara de tristeza por algo que preguntarían ya
entrado el recreo.
Esto generó un caos avasallante y todo se empezó a desarmar como piezas de dominó que van cayendo unas sobre las otras.
La primera ola de caos vino en las casas de los alumnos: ¿quién
estaría con los niños y adolescentes mientras los padres y madres
trabajan?
El segundo coletazo llegó a las casa de los docentes: los profesores y
maestros comenzaron a organizarse para hacer frente a este cambio
radical: el aula se había transformado en una pantalla.
Pero Uruguay corría con una ventaja clave: El Plan Ceibal - Leer texto completo