x André Chamy -- Los problemas siguen acumulándose sobre las espaldas del rey Salman, cuya autoridad se ve por consiguiente cada vez más cuestionada
La monarquía saudita es hoy una dictadura anacrónica, propietaria de Arabia Saudita, como en tiempos en que el Congo era considerado propiedad personal de rey de los belgas, Leopoldo II. Por supuesto, el régimen saudita sabe que está en peligro y trata de preservar su poder recurriendo al terror. Pero la ejecución del jeque chiita al-Nimr puede tener el efecto contrario. Y ya Irán está dispuesto a respaldar una rebelión chiita en el reino wahabita.
El drama de La Meca, la prolongación de la guerra contra Yemen, la disminución de las reservas en divisas, estos y otros problemas siguen acumulándose sobre las espaldas del rey Salman de Arabia Saudita, cuya autoridad se ve por consiguiente cada vez más cuestionada.
Pero, además de la guerra abierta por el poder, el reino saudita acaba de dar un paso que tendrá graves consecuencias, tanto en el plano interno como en el ámbito regional.
En efecto, el rey Salman acaba de hacer ejecutar a 47 opositores, acusados de haber cometido supuestos crímenes terroristas. Sin embargo, el único crimen de muchos de los ejecutados era el de ser chiitas en un reino wahabita y oponerse la política oficial de opresión aplicada contra esa parte de la población desde hace muchos años, incluyendo las presiones de carácter económico.
El jeque al-Nimr era un conocido religioso vinculado a varias universidades y denunciaba la corrupción característica del régimen saudita a todos los niveles del poder. Predicaba la creación de una oposición constructiva y «reflexiva» que pudiera expresarse libremente sobre las dificultades y defectos del régimen. Sin embargo, a pesar de sus fuertes críticas, nunca llamó al derrocamiento del régimen saudita -
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