No hay que ser un genio para darse cuenta de lo evidente: Luis Carlos Sarmiento Angulo, el hombre más rico de Colombia, dueño de un número desconcertante de bancos y otras empresas boyantes, es también el accionista mayoritario de la Casa Editorial El Tiempo.
Mejor dicho, el periódico más leído de este país, ese que llega a más casas por suscripción, y tiene más lectores fijos por internet, que le rinde intereses a su dueño, informa también sobre tarjetas de crédito, proyectos de infraestructura, crisis petrolera e impuestos.
¿No va siendo hora de que sepamos, a ciencia cierta, quiénes son estos empresarios detrás de los medios? ¿No es importante para una democracia que haya una prensa transparente, que rinda cuentas, que explique sus métodos de financiación?
¿Qué tanto fiscalizamos como sociedad el poder que tienen los medios? ¿Y qué tanto dejan ellos aproximarse a la verdad detrás de la portada de primera página?
En el mundo del periodismo colombiano impera la noción de que los colegas no se pisan las mangueras entre ellos. Con los medios no se hace la misma indagación sospechosa que sí se ejerce frente al poder. Las duras críticas que hay en el gremio de los periodistas (sobre la financiación y su influencia sobre los contenidos) se quedan en un corrillo de sala de redacción y de ahí no salen.
Dicen que es una cuestión de libertad de prensa: dejar hacer al otro lo que le venga en gana. Pero ese principio, exacerbado hasta el extremo, no permite tampoco un diálogo sereno y transparente con la ciudadanía. Eso, de paso, va haciéndole una herida a la legitimidad de los periodistas - texto completo
Mejor dicho, el periódico más leído de este país, ese que llega a más casas por suscripción, y tiene más lectores fijos por internet, que le rinde intereses a su dueño, informa también sobre tarjetas de crédito, proyectos de infraestructura, crisis petrolera e impuestos.
¿No va siendo hora de que sepamos, a ciencia cierta, quiénes son estos empresarios detrás de los medios? ¿No es importante para una democracia que haya una prensa transparente, que rinda cuentas, que explique sus métodos de financiación?
¿Qué tanto fiscalizamos como sociedad el poder que tienen los medios? ¿Y qué tanto dejan ellos aproximarse a la verdad detrás de la portada de primera página?
En el mundo del periodismo colombiano impera la noción de que los colegas no se pisan las mangueras entre ellos. Con los medios no se hace la misma indagación sospechosa que sí se ejerce frente al poder. Las duras críticas que hay en el gremio de los periodistas (sobre la financiación y su influencia sobre los contenidos) se quedan en un corrillo de sala de redacción y de ahí no salen.
Dicen que es una cuestión de libertad de prensa: dejar hacer al otro lo que le venga en gana. Pero ese principio, exacerbado hasta el extremo, no permite tampoco un diálogo sereno y transparente con la ciudadanía. Eso, de paso, va haciéndole una herida a la legitimidad de los periodistas - texto completo