El discurso de libertad, democracia, acercamiento diplomático y relaciones amistosas con América Latina, tan característico de la administración Obama en su afán por reforzar el “poder blando” de su política exterior, encuentra sus límites reales en la necesidad de “orden” y “estabilidad” (consignas muy usuales durante la implementación de la Doctrina de Seguridad Nacional en América Latina).
En la actualidad, las FFAA estadounidenses en el Hemisferio están presentes no solo en las más de 70 bases militares, sino que se materializa en diversos acuerdos de seguridad multi y bi laterales: Plan Colombia, Iniciativa Regional Andina, Iniciativa Mérida, Iniciativa para la Seguridad Regional de Centroamérica, entre otros.
Estos pactos incluyen programas de entrenamiento, cursos de capacitación, venta de armas y equipos, involucrando desde las empresas proveedoras de estos materiales y las agencias de seguridad estadounidenses como la DEA y el FBI, hasta los gobiernos, empresas y policías de países latinoamericanos[1].
La razón de esta presencia es la “seguridad de Estados Unidos”, que implica por definición la seguridad y la “estabilidad” en territorios que podrían resultar en una amenaza para Estados Unidos. En los manuales de entrenamiento de finales de los ‘60, se leía claramente el vínculo entre ambas:
“La falta de estabilidad política y de orden socio-económico en un país latinoamericano pone en jaque la seguridad nacional norteamericana. Por consiguiente, EU debe adoptar en materia de entrenamiento y programas de ayuda militar, tácticas destinadas a evitar los riesgos de tal inestabilidad, mediante el desarrollo económico y la imposición del orden”[2] - texto completo
En la actualidad, las FFAA estadounidenses en el Hemisferio están presentes no solo en las más de 70 bases militares, sino que se materializa en diversos acuerdos de seguridad multi y bi laterales: Plan Colombia, Iniciativa Regional Andina, Iniciativa Mérida, Iniciativa para la Seguridad Regional de Centroamérica, entre otros.
Estos pactos incluyen programas de entrenamiento, cursos de capacitación, venta de armas y equipos, involucrando desde las empresas proveedoras de estos materiales y las agencias de seguridad estadounidenses como la DEA y el FBI, hasta los gobiernos, empresas y policías de países latinoamericanos[1].
La razón de esta presencia es la “seguridad de Estados Unidos”, que implica por definición la seguridad y la “estabilidad” en territorios que podrían resultar en una amenaza para Estados Unidos. En los manuales de entrenamiento de finales de los ‘60, se leía claramente el vínculo entre ambas:
“La falta de estabilidad política y de orden socio-económico en un país latinoamericano pone en jaque la seguridad nacional norteamericana. Por consiguiente, EU debe adoptar en materia de entrenamiento y programas de ayuda militar, tácticas destinadas a evitar los riesgos de tal inestabilidad, mediante el desarrollo económico y la imposición del orden”[2] - texto completo