Prohibir protestas en Francia en la COP21 por motivos de seguridad, dramática expresión del antiético abuso del poder -- Tania Molina Ramírez - Periódico La Jornada - Sábado 28 de noviembre de 2015, p. 40
La periodista y activista canadiense Naomi Klein es una de las voces críticas del capitalismo más conocidas en el mundo. Es autora de los best-sellers No logo y La doctrina del shock. El primero denuncia las prácticas de las trasnacionales y fue llamado la biblia del movimiento altermundista, a principios del milenio. El segundo argumenta que los gobiernos aprovechan las crisis para impulsar sus agendas pro empresariales, y lo acompañó un cortometraje creado por Alfonso Cuarón y la autora.
En su más reciente libro, Esto cambia todo, Klein asevera que hay un claro vínculo entre el capitalismo y el cambio climático. Si tienes un modelo económico basado en el crecimiento, te va a empujar hacia una relación extractiva con la Tierra, que trata los recursos del planeta como si fueran infinitos, y vas a tener un conflicto esencial, dice en entrevista exclusiva con La Jornada, de la que es colaboradora.
Antiético abuso de poder en la COP21 de Francia - Klein, integrante de la junta de directores de 350.org, movimiento global dedicado a combatir la crisis climática, alerta sobre la determinación del gobierno francés de no permitir movilizaciones durante la conferencia internacional de cambio climático COP21. La decisión de prohibir los espacios más importantes en los cuales las voces de la gente impactada por el cambio climático serían escuchadas, es una dramática expresión del profundamente antiético abuso de poder: una vez más, un país occidental rico antepone la seguridad de las élites a los intereses de aquellos que luchan por sobrevivir. Una vez más, el mensaje es: nuestra seguridad no es negociable, la de ustedes sí, escribe en un artículo en The Guardian (la entrevista se realizó antes de los ataques en París)
Hace 10 años, cuando el huracán Katrina arrasó con Nueva Orleans, Naomi Klein visitó la ciudad devastada: Fue como ver el futuro si no nos salimos de este camino; era una colisión entre el neoliberalismo, el colapso de la esfera pública y el cambio climático.
En aquel momento, la periodista no entendía la conexión entre estos factores, pero definitivamente comprendía que ambas crisis crecían de modo acelerado.
A juicio de la canadiense, el neoliberalismo ha acelerado el problema de esta manera: con la fase de la globalización introducida mediante los acuerdos comerciales, con la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y con la liberación del capital para que pueda buscar la mano de obra más barata y evitar regulaciones que interfieran con las ganancias. El resultado es que producimos mucho más, y de una forma muy, muy derrochadora.
La periodista pone de ejemplo lo ocurrido de 2000 a la fecha: En ese año, China ingresó a la OMC, y las emisiones globales se dispararon. Antes, el promedio de emisiones globales se incrementaba uno por ciento al año, pero después de eso comenzó a subir en 3.4 por ciento.
No sólo es responsable la globalización del comercio. También lo son las políticas características de la era neoliberal: desregulación, baja carga fiscal para las empresas, privatización de la esfera pública, austeridad en el gasto social. Es la antítesis de las políticas que reducirían las emisiones. Si vas a tomar en serio el cambio climático, debes invertir en transporte público, reimaginar las ciudades de tal forma que implique invertir en el ámbito público; tienes que regular las empresas e incrementarles los impuestos, igual que a los ricos.
Muchas de esas políticas (como la desregulación) quedan selladas gracias a tratados como el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (ATP), recientemente firmado por 12 gobiernos, entre ellos el de México, y que aún tiene que ser ratificado.
Una de las cosas que más impresionaron a Klein mientras realizaba la investigación para Esto cambia todo fue el grado al cual los acuerdos comerciales obstaculizan el tipo de políticas climáticas que necesitamos. Menciona el caso de Alemania, actualmente demandada por Vattenfall, empresa sueca, por 4.5 mil millones de euros, por su transición energética. Vattenfall dice que tenía derecho a esas ganancias. La demanda se basa en una provisión de derechos industriales del tipo incluido en el ATP.
En el libro, Klein tiene varios ejemplos de empresas que usan acuerdos comerciales para intentar derrotar las victorias de grupos ambientalistas, como la prohibición del fracking (fractura hidráulica para extraer hidrocarburos) en Quebec, retado por una compañía bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Estos acuerdos son una pesadilla, desde el punto de vista climático, dice.
El shock del pueblo
En Esto cambia todo, Klein narra lo que llama “el shock del pueblo”, luchas emprendidas en varias partes del mundo contra el cambio climático. Menciona Blockadia, un movimiento fuerte contra el fracking y los oleoductos. “Naciones enteras han prohibido el fracking, (…) pero (esto no) es un sustituto de crear políticas nacionales. Es algo así como una curita. Lo que necesitamos son gobiernos que hagan políticas sanas. No podemos luchar contra el cambio climático un oleoducto a la vez, así como no se puede luchar contra las condiciones de explotación una fábrica a la vez. Necesitas traducir las victorias locales en políticas nacionales, y eso no ha pasado”.
También escribe sobre los movimientos que se oponen a las políticas neoliberales, sin identificarse como parte de la lucha contra el cambio climático. Son los casos de Grecia y su oposición a las políticas de austeridad, Brasil con el movimiento por un transporte público gratuito, o Europa y la lucha contra la privatización del sistema ferroviario. “La gente se mete en su tema –desigualdad, comercio, medio ambiente– y se queda ahí”, señala.
Lo importante, precisa, es conectar los movimientos ya existentes. Cree que nuestra única esperanza es que las muchas fuerzas que quieren cambiar el sistema se unan y lleguen a una visión unificada de cómo hacerlo, y crear un sistema que se base en una economía que respete los límites del planeta y también esté comprometido con la justicia económica y con luchar contra la desigualdad en todos los frentes.
El Vaticano - Naomi Klein fue invitada a participar en un encuentro en el Vaticano sobre la encíclica papal Laudato Si, en julio pasado. De todo lo que está pasando con el papa Francisco, siento que lo más importante es que es un modelo para un cambio rápido, que tiene la profundidad necesaria para la crisis que enfrentamos, opina la periodista.
Es inspirador ver que una institución no sólo grande, sino antigua, regresiva, conservadora, pueda cambiar tanto en tan poco tiempo. Para empezar, debería inspirar a las instituciones progresistas. La encíclica tiene una visión holística, vincula la pobreza con el cambio climático. Eso no ocurre al nivel de la mayoría de los grupos ecologistas.
Opina que el cambio no viene de una sola persona. El lenguaje en la encíclica papal no estaría ahí si no fuera por los movimientos sociales de América Latina, por décadas de presión; no estaría ahí sin Vía Campesina, el Movimiento de los Sin Tierra y el movimiento por los derechos indígenas.
La periodista y activista canadiense Naomi Klein es una de las voces críticas del capitalismo más conocidas en el mundo. Es autora de los best-sellers No logo y La doctrina del shock. El primero denuncia las prácticas de las trasnacionales y fue llamado la biblia del movimiento altermundista, a principios del milenio. El segundo argumenta que los gobiernos aprovechan las crisis para impulsar sus agendas pro empresariales, y lo acompañó un cortometraje creado por Alfonso Cuarón y la autora.
En su más reciente libro, Esto cambia todo, Klein asevera que hay un claro vínculo entre el capitalismo y el cambio climático. Si tienes un modelo económico basado en el crecimiento, te va a empujar hacia una relación extractiva con la Tierra, que trata los recursos del planeta como si fueran infinitos, y vas a tener un conflicto esencial, dice en entrevista exclusiva con La Jornada, de la que es colaboradora.
Antiético abuso de poder en la COP21 de Francia - Klein, integrante de la junta de directores de 350.org, movimiento global dedicado a combatir la crisis climática, alerta sobre la determinación del gobierno francés de no permitir movilizaciones durante la conferencia internacional de cambio climático COP21. La decisión de prohibir los espacios más importantes en los cuales las voces de la gente impactada por el cambio climático serían escuchadas, es una dramática expresión del profundamente antiético abuso de poder: una vez más, un país occidental rico antepone la seguridad de las élites a los intereses de aquellos que luchan por sobrevivir. Una vez más, el mensaje es: nuestra seguridad no es negociable, la de ustedes sí, escribe en un artículo en The Guardian (la entrevista se realizó antes de los ataques en París)
Hace 10 años, cuando el huracán Katrina arrasó con Nueva Orleans, Naomi Klein visitó la ciudad devastada: Fue como ver el futuro si no nos salimos de este camino; era una colisión entre el neoliberalismo, el colapso de la esfera pública y el cambio climático.
En aquel momento, la periodista no entendía la conexión entre estos factores, pero definitivamente comprendía que ambas crisis crecían de modo acelerado.
A juicio de la canadiense, el neoliberalismo ha acelerado el problema de esta manera: con la fase de la globalización introducida mediante los acuerdos comerciales, con la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y con la liberación del capital para que pueda buscar la mano de obra más barata y evitar regulaciones que interfieran con las ganancias. El resultado es que producimos mucho más, y de una forma muy, muy derrochadora.
La periodista pone de ejemplo lo ocurrido de 2000 a la fecha: En ese año, China ingresó a la OMC, y las emisiones globales se dispararon. Antes, el promedio de emisiones globales se incrementaba uno por ciento al año, pero después de eso comenzó a subir en 3.4 por ciento.
No sólo es responsable la globalización del comercio. También lo son las políticas características de la era neoliberal: desregulación, baja carga fiscal para las empresas, privatización de la esfera pública, austeridad en el gasto social. Es la antítesis de las políticas que reducirían las emisiones. Si vas a tomar en serio el cambio climático, debes invertir en transporte público, reimaginar las ciudades de tal forma que implique invertir en el ámbito público; tienes que regular las empresas e incrementarles los impuestos, igual que a los ricos.
Muchas de esas políticas (como la desregulación) quedan selladas gracias a tratados como el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (ATP), recientemente firmado por 12 gobiernos, entre ellos el de México, y que aún tiene que ser ratificado.
Una de las cosas que más impresionaron a Klein mientras realizaba la investigación para Esto cambia todo fue el grado al cual los acuerdos comerciales obstaculizan el tipo de políticas climáticas que necesitamos. Menciona el caso de Alemania, actualmente demandada por Vattenfall, empresa sueca, por 4.5 mil millones de euros, por su transición energética. Vattenfall dice que tenía derecho a esas ganancias. La demanda se basa en una provisión de derechos industriales del tipo incluido en el ATP.
En el libro, Klein tiene varios ejemplos de empresas que usan acuerdos comerciales para intentar derrotar las victorias de grupos ambientalistas, como la prohibición del fracking (fractura hidráulica para extraer hidrocarburos) en Quebec, retado por una compañía bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Estos acuerdos son una pesadilla, desde el punto de vista climático, dice.
El shock del pueblo
En Esto cambia todo, Klein narra lo que llama “el shock del pueblo”, luchas emprendidas en varias partes del mundo contra el cambio climático. Menciona Blockadia, un movimiento fuerte contra el fracking y los oleoductos. “Naciones enteras han prohibido el fracking, (…) pero (esto no) es un sustituto de crear políticas nacionales. Es algo así como una curita. Lo que necesitamos son gobiernos que hagan políticas sanas. No podemos luchar contra el cambio climático un oleoducto a la vez, así como no se puede luchar contra las condiciones de explotación una fábrica a la vez. Necesitas traducir las victorias locales en políticas nacionales, y eso no ha pasado”.
También escribe sobre los movimientos que se oponen a las políticas neoliberales, sin identificarse como parte de la lucha contra el cambio climático. Son los casos de Grecia y su oposición a las políticas de austeridad, Brasil con el movimiento por un transporte público gratuito, o Europa y la lucha contra la privatización del sistema ferroviario. “La gente se mete en su tema –desigualdad, comercio, medio ambiente– y se queda ahí”, señala.
Lo importante, precisa, es conectar los movimientos ya existentes. Cree que nuestra única esperanza es que las muchas fuerzas que quieren cambiar el sistema se unan y lleguen a una visión unificada de cómo hacerlo, y crear un sistema que se base en una economía que respete los límites del planeta y también esté comprometido con la justicia económica y con luchar contra la desigualdad en todos los frentes.
El Vaticano - Naomi Klein fue invitada a participar en un encuentro en el Vaticano sobre la encíclica papal Laudato Si, en julio pasado. De todo lo que está pasando con el papa Francisco, siento que lo más importante es que es un modelo para un cambio rápido, que tiene la profundidad necesaria para la crisis que enfrentamos, opina la periodista.
Es inspirador ver que una institución no sólo grande, sino antigua, regresiva, conservadora, pueda cambiar tanto en tan poco tiempo. Para empezar, debería inspirar a las instituciones progresistas. La encíclica tiene una visión holística, vincula la pobreza con el cambio climático. Eso no ocurre al nivel de la mayoría de los grupos ecologistas.
Opina que el cambio no viene de una sola persona. El lenguaje en la encíclica papal no estaría ahí si no fuera por los movimientos sociales de América Latina, por décadas de presión; no estaría ahí sin Vía Campesina, el Movimiento de los Sin Tierra y el movimiento por los derechos indígenas.