x Carlos Luque [lahaine.org] - La disolución del que otrora llamamos mundo socialista, erosionó en
buena medida la esperanza de aquellos que, de buena fe, esperaban una
alternativa posible
Si observamos el doloroso escenario mundial mientras galopa indetenible esta pandemia, segando miles de vidas; dejando cadáveres insepultos a la intemperie, sin espacio en funerarias y cementerios privados; obligando a los galenos a la antihipocrática opción de escoger quién debe morir abandonado;
sumiendo en el desempleo a decenas de miles de trabajadores; deteniendo el insensato fragor comercial de este, un mundo que ya nunca podrá parecernos tan ancho y ajeno, y tensando hasta el colapso los sistemas sanitarios y de salud en cualquier oscuro rincón del planeta,
no parecería necesario prestar atención a lo que en esta Islita de Cuba ocurre, un punto apenas visible en el globo terráqueo que, cuentan, Hitler, con soberbia asesina, borró de un plumazo y decenas de administraciones norteamericanas han intentado ahogar en el hambre y la desesperación.
Pero la inmundicia mediática tarifada que hoy trata de empañar lo evidente, y la que sin duda intentará manchar su prestigio mañana, obliga a Cuba, por el bien de la humanidad, a no callar.
Numerosos observadores de la tragedia coinciden en que la causa de fondo de la presente situación no es el trasiego del comercio y consumo mundial de animales salvajes, disparador de la zoonosis,
el salto vírico de la naturaleza al ser humano, o la cría industrial que provoca el hacinamiento y el inevitable uso de antibióticos, antivirales y alimentos transgénicos para impedir las enfermedades y aumentar el peso de las crías de cerdos y pollos en busca del mayor lucro.
Todo eso son causales del último eslabón de la cadena - Leer texto completo
Si observamos el doloroso escenario mundial mientras galopa indetenible esta pandemia, segando miles de vidas; dejando cadáveres insepultos a la intemperie, sin espacio en funerarias y cementerios privados; obligando a los galenos a la antihipocrática opción de escoger quién debe morir abandonado;
sumiendo en el desempleo a decenas de miles de trabajadores; deteniendo el insensato fragor comercial de este, un mundo que ya nunca podrá parecernos tan ancho y ajeno, y tensando hasta el colapso los sistemas sanitarios y de salud en cualquier oscuro rincón del planeta,
no parecería necesario prestar atención a lo que en esta Islita de Cuba ocurre, un punto apenas visible en el globo terráqueo que, cuentan, Hitler, con soberbia asesina, borró de un plumazo y decenas de administraciones norteamericanas han intentado ahogar en el hambre y la desesperación.
Pero la inmundicia mediática tarifada que hoy trata de empañar lo evidente, y la que sin duda intentará manchar su prestigio mañana, obliga a Cuba, por el bien de la humanidad, a no callar.
Numerosos observadores de la tragedia coinciden en que la causa de fondo de la presente situación no es el trasiego del comercio y consumo mundial de animales salvajes, disparador de la zoonosis,
el salto vírico de la naturaleza al ser humano, o la cría industrial que provoca el hacinamiento y el inevitable uso de antibióticos, antivirales y alimentos transgénicos para impedir las enfermedades y aumentar el peso de las crías de cerdos y pollos en busca del mayor lucro.
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