Recurriendo a sus formidables oligopolios mediáticos -inagotables
usinas de desinformación y manipulación de cerebros y corazones- y a su
infantería de combate partidario trata de maniatar al gobierno, provocar
su parálisis y, ¿por qué no?, su dimisión.
Sería una ingenuidad pensar
que una ofensiva tan furiosa y tan bien concertada pueda tener otra cosa
que no fuese un objetivo de máxima. Suena un tanto exagerado pero la
historia argentina enseña que los grupos dominantes rara vez movilizan
sus recursos y destinan tanto tiempo y energía si no es por el premio
mayor.
Aquí lo que está en juego no es una concejalía o una subsecretaría sino lisa y llanamente el pronto retorno a la Casa Rosada.
El presidente Alberto Fernández ha sido blanco de un encarnizado ataque, en donde se mezclan insultos personales, descalificaciones y burlas, siguiendo meticulosamente los consejos que Eugene Sharp formulara en el manual de golpes de Estado que redactara para la CIA. [1]
Partamos de la base que si alguien abre el buscador de Google con esta frase: “Alberto Fernández dictador” encontrará más de cuatro millones de resultados. Basta con recorrer las primeras páginas para comprobar la gravedad y extensión de tan maligna caracterización - Leer texto completo