por David Brooks - Se acaba un año triste, espantoso, feo, casi inaguantable en este país: odio, temor, xenofobia y racismo con tintes fascistas, brutalidad e impunidad oficial, además de desastres naturales, guerras no naturales y crisis humanitarias, ambientales y de derechos humanos, mientras los políticos ofrecen más de lo mismo o algo peor.
O sea, uno de esos años en que un periodista sólo recuerda que tenía que reportar cosas intolerables sólo para descubrir que demasiados de nosotros nos estamos acostumbrando a aguantar lo inaceptable.
Pero este año que se acaba también hubo ecos de una historia que se cuenta menos, que casi nunca se incluye en las listas de fin de año, esa historia donde lo más noble insiste en cantar a pesar de todo, en medio de todo, que invita no a un fin, sino siempre a un principio.
En 2015 se recordó el centenario de la muerte de Joe Hill, trabajador inmigrante (sueco) que se convirtió en una figura rebelde legendaria, conocida tanto por organizar a mineros, estibadores y trabajadores madereros para el gran sindicato anarquista International Workers of the World o IWW, como por sus canciones y caricaturas que acompañaron estas grandes luchas.
Fue considerado tan peligroso por los dueños de minas de cobre y otros que decidieron culparlo de un homicidio que no cometió y por el cual fue fusilado por el estado de Utah en 1915. Entre sus últimas palabras figuran las que envió en un telegrama al líder del IWW: No pierdan el tiempo llorando por mí. ¡Organicen!, lema que se volvió el grito de batalla en luchas sociales en este país. Poco después de su muerte, miles se sumaron a una procesión funeral en Chicago y al llegar al cementerio con sus cenizas se ofrecieron discursos en inglés, sueco, ruso, polaco, español, italiano, alemán y húngaro, entre otros idiomas.
Una canción famosa sobre Hill se ha cantado por décadas (tal vez su versión más conocida es la de Joan Baez, la cual interpretó en Woodstock). Cuenta cómo años después Hill apareció en el sueño de un compañero para decirle que nunca había muerto, y que: desde San Diego hasta Maine, en cada mina y fábrica/donde los trabajadores estallan en huelga y se organizan/ahí encontraras a Joe Hill, me dice.
http://media.smithsonianfolkways.org /liner_notes/folkways/FW02039.pdf
Ciertos cantantes, aparentemente, son considerados un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos. A finales de 2015 también se divulgaron más detalles de cómo Pete Seeger, el legendario cantante folk que casi al final de su vida fue galardonado con el máximo premio nacional de las artes por el presidente Bill Clinton, fue vigilado y perseguido por el gobierno federal. Documentos oficiales recién obtenidos por la revista Mother Jones registran cómo la FBI espió a Seeger desde los años 40 hasta mediados de los 60, todo empezó en 1943, cuando era soldado y se atrevió a escribir una carta de protesta ante propuestas para deportar a miles de japoneses-estadunidenses a finales de la Segunda Guerra Mundial.
Desde ahí, el espionaje sobre Seeger por la FBI incluyó a otros músicos que trabajaban con él, incluido el gran cantautor Woody Guthrie (el agente encubierto que lo fue a visitar observó que en su guitarra tenía escrito el lema: Esta máquina mata a fascistas, algo que anotó en su informe la FBI como evidencia de que Guthrie cantaba propaganda comunista). Otro reporte enviado al jefe del buró J. Edgar Hoover calificó a Seeger de potencialmente subversivo y como un idealista cuya devoción a ideologías radicales es tal como para hacer cuestionable su lealtad a Estados Unidos. Seeger fue víctima del macartismo en los años 50, algo que frenó su carrera musical.
Pero continuó convocando las voces de miles en coros de protesta y solidaridad en los movimientos por los derechos civiles, las luchas sindicales, las protestas contra las guerras y las intervenciones; también ayudó a abrir el camino para Bob Dylan e inspirar a incontables artistas comprometidos con la justicia social, incluido Bruce Springsteen. Las revelaciones de este año comprueban que, a veces, la música puede ser muy peligrosa. (www.motherjones.com/politics/2015/ 12/pete-seeger-fbi-file ).
Hubo otras sorpresas en 2015 que, de alguna manera, comparten armonías con Hill y Seeger. Nadie en las últimas décadas hubiera pronosticado que un proclamado socialista sería uno de los principales contendientes a la presidencia de Estados Unidos. La palabra socialista era una de las más sucias o execrables en el vocabulario general de este país desde antes de los tiempos de Joe Hill.
Ahora Bernie Sanders, quien esta captando mayor apoyo que Donald Trump entre el electorado, sigue sorprendiendo a la cúpula política de este país al llamar a una revolución política para rescatar la democracia tomada en rehén por ese 1 por ciento más rico. Con Sanders y, en parte por el legado simbólico y real de Ocupa Wall Street (algunos de sus veteranos participan en la campaña de Sanders), para millones en este país, capitalista es ahora una palabra sucia.
Ecos de Seeger y Hill se escucharon a lo largo de 2015 en las calles por todo el país, en las voces de cientos de miles del nuevo movimiento de derechos civiles Black Lives Matter, en luchas contra el cambio climático (Seeger fue uno de los pioneros del nuevo activismo ambiental estadunidense desde los 70) en actos de resistencia de maestros en Chicago y otros lugares contra reformas privatizadoras, en campañas nacionales por la dignidad laboral encabezadas por jornaleros inmigrantes en Immokalee, Florida; desde trabajadores que ganan el salario mínimo por todo el país, hasta las luchas de inmigrantes en defensa de sus derechos humanos, y estudiantes que están levantando sus voces después de un largo silencio en las universidades.
Aunque se tuvo que reportar el ruido tan feo de este año, también se escuchó –al mismo tiempo– un canto diferente, conmovedor, que invitaba, convocaba, expresaba algo noble. Tal vez otros más se sumarán a este coro en 2016
O sea, uno de esos años en que un periodista sólo recuerda que tenía que reportar cosas intolerables sólo para descubrir que demasiados de nosotros nos estamos acostumbrando a aguantar lo inaceptable.
Pero este año que se acaba también hubo ecos de una historia que se cuenta menos, que casi nunca se incluye en las listas de fin de año, esa historia donde lo más noble insiste en cantar a pesar de todo, en medio de todo, que invita no a un fin, sino siempre a un principio.
En 2015 se recordó el centenario de la muerte de Joe Hill, trabajador inmigrante (sueco) que se convirtió en una figura rebelde legendaria, conocida tanto por organizar a mineros, estibadores y trabajadores madereros para el gran sindicato anarquista International Workers of the World o IWW, como por sus canciones y caricaturas que acompañaron estas grandes luchas.
Fue considerado tan peligroso por los dueños de minas de cobre y otros que decidieron culparlo de un homicidio que no cometió y por el cual fue fusilado por el estado de Utah en 1915. Entre sus últimas palabras figuran las que envió en un telegrama al líder del IWW: No pierdan el tiempo llorando por mí. ¡Organicen!, lema que se volvió el grito de batalla en luchas sociales en este país. Poco después de su muerte, miles se sumaron a una procesión funeral en Chicago y al llegar al cementerio con sus cenizas se ofrecieron discursos en inglés, sueco, ruso, polaco, español, italiano, alemán y húngaro, entre otros idiomas.
Una canción famosa sobre Hill se ha cantado por décadas (tal vez su versión más conocida es la de Joan Baez, la cual interpretó en Woodstock). Cuenta cómo años después Hill apareció en el sueño de un compañero para decirle que nunca había muerto, y que: desde San Diego hasta Maine, en cada mina y fábrica/donde los trabajadores estallan en huelga y se organizan/ahí encontraras a Joe Hill, me dice.
http://media.smithsonianfolkways.org /liner_notes/folkways/FW02039.pdf
Ciertos cantantes, aparentemente, son considerados un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos. A finales de 2015 también se divulgaron más detalles de cómo Pete Seeger, el legendario cantante folk que casi al final de su vida fue galardonado con el máximo premio nacional de las artes por el presidente Bill Clinton, fue vigilado y perseguido por el gobierno federal. Documentos oficiales recién obtenidos por la revista Mother Jones registran cómo la FBI espió a Seeger desde los años 40 hasta mediados de los 60, todo empezó en 1943, cuando era soldado y se atrevió a escribir una carta de protesta ante propuestas para deportar a miles de japoneses-estadunidenses a finales de la Segunda Guerra Mundial.
Desde ahí, el espionaje sobre Seeger por la FBI incluyó a otros músicos que trabajaban con él, incluido el gran cantautor Woody Guthrie (el agente encubierto que lo fue a visitar observó que en su guitarra tenía escrito el lema: Esta máquina mata a fascistas, algo que anotó en su informe la FBI como evidencia de que Guthrie cantaba propaganda comunista). Otro reporte enviado al jefe del buró J. Edgar Hoover calificó a Seeger de potencialmente subversivo y como un idealista cuya devoción a ideologías radicales es tal como para hacer cuestionable su lealtad a Estados Unidos. Seeger fue víctima del macartismo en los años 50, algo que frenó su carrera musical.
Pero continuó convocando las voces de miles en coros de protesta y solidaridad en los movimientos por los derechos civiles, las luchas sindicales, las protestas contra las guerras y las intervenciones; también ayudó a abrir el camino para Bob Dylan e inspirar a incontables artistas comprometidos con la justicia social, incluido Bruce Springsteen. Las revelaciones de este año comprueban que, a veces, la música puede ser muy peligrosa. (www.motherjones.com/politics/2015/ 12/pete-seeger-fbi-file ).
Hubo otras sorpresas en 2015 que, de alguna manera, comparten armonías con Hill y Seeger. Nadie en las últimas décadas hubiera pronosticado que un proclamado socialista sería uno de los principales contendientes a la presidencia de Estados Unidos. La palabra socialista era una de las más sucias o execrables en el vocabulario general de este país desde antes de los tiempos de Joe Hill.
Ahora Bernie Sanders, quien esta captando mayor apoyo que Donald Trump entre el electorado, sigue sorprendiendo a la cúpula política de este país al llamar a una revolución política para rescatar la democracia tomada en rehén por ese 1 por ciento más rico. Con Sanders y, en parte por el legado simbólico y real de Ocupa Wall Street (algunos de sus veteranos participan en la campaña de Sanders), para millones en este país, capitalista es ahora una palabra sucia.
Ecos de Seeger y Hill se escucharon a lo largo de 2015 en las calles por todo el país, en las voces de cientos de miles del nuevo movimiento de derechos civiles Black Lives Matter, en luchas contra el cambio climático (Seeger fue uno de los pioneros del nuevo activismo ambiental estadunidense desde los 70) en actos de resistencia de maestros en Chicago y otros lugares contra reformas privatizadoras, en campañas nacionales por la dignidad laboral encabezadas por jornaleros inmigrantes en Immokalee, Florida; desde trabajadores que ganan el salario mínimo por todo el país, hasta las luchas de inmigrantes en defensa de sus derechos humanos, y estudiantes que están levantando sus voces después de un largo silencio en las universidades.
Aunque se tuvo que reportar el ruido tan feo de este año, también se escuchó –al mismo tiempo– un canto diferente, conmovedor, que invitaba, convocaba, expresaba algo noble. Tal vez otros más se sumarán a este coro en 2016