La bancada de oposición, si se le puede llamar así a un grupo de
senadores con diversas posturas ideológicas que buscaron el apoyo de la
ciudadanía y sus votos con el argumento de ser oposición al régimen
narco, corrupto, criminal y apátrida que gobierna Colombia,
tiene el deber de demostrar si lo que han hecho como delegados del constituyente primario ha servido para modificar el rumbo de dicho régimen o si lo que ha hecho es legitimarlo.
Como voceros y representantes del cambio y consecuentes con su
postura política, (excepto los representantes del partido FARC que
obtuvieron sus curules como resultado del acuerdo de paz)
corresponde preguntarse
hasta dónde como senadores han servido al poder fáctico para legitimarse, lavarse las manos y cubrir con un manto de impunidad los crímenes que se están cometiendo a diario contra líderes sociales y firmantes del fallido acuerdo de paz.
No basta alegar que están maniatados porque son minoría y cada que se decide una ley o una reforma en el Congreso son aplastados por la maquinaria gobiernista, eso se sabía desde el mismo día que fueron elegidos.