x Jorge Zabalza [www.zur.org.uy / lahaine-org] - En Santa Catalina resuelven por acuerdo y hacen con sus propias manos lo que el gobierno fue incapaz de hacer
En décadas de vida el barrio Santa Catalina se ha ido urbanizando, un poco gracias al esfuerzo comunitario y otro poco ejerciendo presión sobre las instituciones: una nueva escuela se sumó a la que construyeron los vecinos hace casi 40 años;
en un predio militar, el Comando Sur regaló “desinteresadamente” una policlínicas que vino a reemplazar la antigua, construida y administrada desde siempre por los vecinos; las líneas 124 y 186 solucionaron la falta total de transporte que antes obligaba a caminar a campo traviesa veinte cuadras o más para tomar un ómnibus;
ahora funcionan una UTU y un jardín de infantes, habemus rambla y playa habilitada. Mucho más urbanizados estamos, pero, sin embargo, las perspectivas de los habitantes siguen siendo bastante poco halagüeñas.
En las casitas con techo de chapa la ola de calor recalentó al rojo vivo la difícil convivencia familiar, el hacinamiento se volvió ensopado.
En esas condiciones, desilusionada con las décadas de paciente espera, la vecina decidió “hacerse cargo” del problema, cruzó la calle y marcó un solar en aquel enorme baldío que se recostaba sobre la otra vereda.
Un acto desesperado, desapercibido para quienes administran la macroeconomía y, sin embargo, trascendental para la vida de la protagonista y su familia - Leer texto completo
En décadas de vida el barrio Santa Catalina se ha ido urbanizando, un poco gracias al esfuerzo comunitario y otro poco ejerciendo presión sobre las instituciones: una nueva escuela se sumó a la que construyeron los vecinos hace casi 40 años;
en un predio militar, el Comando Sur regaló “desinteresadamente” una policlínicas que vino a reemplazar la antigua, construida y administrada desde siempre por los vecinos; las líneas 124 y 186 solucionaron la falta total de transporte que antes obligaba a caminar a campo traviesa veinte cuadras o más para tomar un ómnibus;
ahora funcionan una UTU y un jardín de infantes, habemus rambla y playa habilitada. Mucho más urbanizados estamos, pero, sin embargo, las perspectivas de los habitantes siguen siendo bastante poco halagüeñas.
En las casitas con techo de chapa la ola de calor recalentó al rojo vivo la difícil convivencia familiar, el hacinamiento se volvió ensopado.
En esas condiciones, desilusionada con las décadas de paciente espera, la vecina decidió “hacerse cargo” del problema, cruzó la calle y marcó un solar en aquel enorme baldío que se recostaba sobre la otra vereda.
Un acto desesperado, desapercibido para quienes administran la macroeconomía y, sin embargo, trascendental para la vida de la protagonista y su familia - Leer texto completo