La inestabilidad de cada día y el poder de la calle – por Aram Aharonian
Cambia, todo cambia. En Brasil, de un día al otro. Las certezas y las victorias cantadas por cada uno de los bandos , la oposición destabilizadora y golpista de un lado y la constitucionalista y resistente al golpe del otro, se avaporan con el sueño de cada día.
Los escenarios en disputa siguen abiertos y seguramente el dramatismo de la situación política y social de este Brasil 2015 se prolongue al menos en los primeros meses del 2016.
La semana pasada, Brasil vivió un capítulo no esperado por los libretistas de la desestabilización. La Central Unica de los Trabajadores, los campesinos sin tierra y el PT reunieron miles de personas en las principales ciudades del país, bajo la consigna “No va a haber golpe”.
Y con la gente en la calle, Dilma Rousseff se afirmó en la Presidencia y nombró a un ministro de Economía desarrollista, Nelson Barbosa. Se fortaleció con el respaldo del PT y los movimientos populares, lo que frustró, al menos en el corto plazo, el plan destituyente para instalar en la presidencia al vice Michel Temer, “el mayordomo”.
¿Qué pasó? Hasta hace muy poco, las conquistas alcanzadas a raíz de los programas sociales implantados por los doce años de gobierno del Partido de los Trabajadores, que sigue en el gobierno, eran mencionadas como ejemplo para todos.
¿Será todo por culpa de Dilma y del PT? ¿Ese océano de denuncias de corrupción que ahoga al país empezó con el PT? ¿Cómo gobernar un país dentro de tamaña confusión? ¿Por qué Dilma y su partido eligieron de manera tan desastrosa a sus aliados, que traicionan con la misma facilidad con que respiran?, pregunta Eric Nepomuceno.
Hay quienes sostienen que mientras la legislación electoral sea tan blanda, aceptando una treintena de partidos sin ningún reconocimiento de representatividad (un mínimo, por ejemplo, de 3 por ciento de votos en plan nacional), ningún presidente electo logrará armar alianzas confiables. Lo que significa que ningún mandatario estará inmune al chantaje de “representantes” financiados por los grandes grupos económicos y religiosos, cada uno con sus propios intereses, que no son los de la nación, claro -
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