Álvaro Acevedo [Semillas de identidad] - Una de las lecciones de fondo de la pandemia, quizás oculta para muchos, es que el país no está preparado para enfrentar una crisis alimentaria sin el mercado internacional de alimentos.
El fortalecimiento de la agricultura familiar debe ser uno de los cambios que genere esta emergencia: un asunto tan justo como vital.
Un tuit del diario La República de inicios de mayo, en plena crisis por la pandemia, reproduce una afirmación del ministro de Agricultura, Rodolfo Enrique Zea, según la cual “tenemos que usar mejor nuestros suelos. Esos monocultivos de los pequeños agricultores han puesto en riesgo la seguridad alimentaria”.
A partir de tal aseveración, me propongo hacer una reflexión respecto a lo que hemos aprendido hasta el momento sobre la agricultura familiar durante la crisis por el COVID-19 en Colombia.
Se trata de cuatro puntos centrales:
Desconocer la esencia de la agricultura familiar - “Dígame usted si conoce la molienda, o el azúcar es sólo una bolsa que le compran en la tienda… y cuénteme qué sabe de su tierra, cuénteme qué sabe de su abuela, cuénteme qué sabe del maíz o acaso ha olvidado sus antepasados y su raíz…”.
Muy apropiado este trozo de bambuco para nuestro ministro, que parece desconocer por completo quiénes son esos que llama “pequeños productores” y a quienes tilda de ser los promotores de los monocultivos y una amenaza para la seguridad alimentaria - Leer texto completo