x Carlos Aznárez [Resumen latinoamericano / lahaine.org] - No pudieron con la "furia" de militares y milicianos patriotas, ni con esos pescadores y pescadoras de Aragua que con piedras y valentía los enfrentaron
El pescador de Chuao, descalzo y humilde por donde se lo viera, pero con la dignidad de cualquier trabajador que sabe plantarse ante quien sabe que son sus enemigos, se acercó a la costa al ver una barcaza de asalto donde indiscutiblemente venían los que quieren acabar con la Revolución que tanto le ha dado a él y a su familia.
Sin dudarlo, a pesar de que vio a esos energúmenos armados, apretó la mano sobre el fierro que portaba y les gritó: “Quietos, cuerda de terroristas, si se mueven no respondo. Yo soy la furia bolivariana”.
El relato emocionado de Nicolás Maduro no admite dudas. Ese hecho no es una anécdota más, sino un singular y contundente mensaje a los lujosos despachos de la Casa Blanca, para que tengan claro que en este país caribeño hay muchas y muchos decididos a jugársela con todo para que los esbirros de Trump y los paracos de Uribe e Iván Duque no pongan sus pies en una tierra soberana por donde se la mire.
Así, en poco más de 24 horas terminó otro intento de traer muerte justamente cuando todo un pueblo lucha por la vida contra la guerra bacteriológica regada por los gringos en todo el mundo, y a la vez contra cualquier amago imperial de aprovechar la ocasión para invadir Venezuela Bolivariana.
Esos mercenarios instruidos por ex marines como Jordan Goudreau, “condecorado” por sus crímenes en Irak, Afganistán y Libia, junto a dos integrantes de la seguridad de Trump,
más los traidores locales como Robert “Pantera” Colina, Antonio Sequea y Adolfo Baduel (hijo de otro traidor a la patria y al chavismo), no pudieron con la “furia” de militares y milicianos patriotas, ni con esos pescadores y pescadoras de Aragua que con piedras y valentía los enfrentaron - Leer texto completo
El pescador de Chuao, descalzo y humilde por donde se lo viera, pero con la dignidad de cualquier trabajador que sabe plantarse ante quien sabe que son sus enemigos, se acercó a la costa al ver una barcaza de asalto donde indiscutiblemente venían los que quieren acabar con la Revolución que tanto le ha dado a él y a su familia.
Sin dudarlo, a pesar de que vio a esos energúmenos armados, apretó la mano sobre el fierro que portaba y les gritó: “Quietos, cuerda de terroristas, si se mueven no respondo. Yo soy la furia bolivariana”.
El relato emocionado de Nicolás Maduro no admite dudas. Ese hecho no es una anécdota más, sino un singular y contundente mensaje a los lujosos despachos de la Casa Blanca, para que tengan claro que en este país caribeño hay muchas y muchos decididos a jugársela con todo para que los esbirros de Trump y los paracos de Uribe e Iván Duque no pongan sus pies en una tierra soberana por donde se la mire.
Así, en poco más de 24 horas terminó otro intento de traer muerte justamente cuando todo un pueblo lucha por la vida contra la guerra bacteriológica regada por los gringos en todo el mundo, y a la vez contra cualquier amago imperial de aprovechar la ocasión para invadir Venezuela Bolivariana.
Esos mercenarios instruidos por ex marines como Jordan Goudreau, “condecorado” por sus crímenes en Irak, Afganistán y Libia, junto a dos integrantes de la seguridad de Trump,
más los traidores locales como Robert “Pantera” Colina, Antonio Sequea y Adolfo Baduel (hijo de otro traidor a la patria y al chavismo), no pudieron con la “furia” de militares y milicianos patriotas, ni con esos pescadores y pescadoras de Aragua que con piedras y valentía los enfrentaron - Leer texto completo