La crisis desatada por la pandemia del COVID-19 tiene desconcertadas a
las autoridades públicas de todos los países. No es para menos, habida
cuenta su magnitud (escala global, gravedad de efectos), su complejidad
multidimensional (crisis sanitaria, pero también económica, política y
social), y la oscuridad que rodea a su etiología y cura (la medicina
sigue investigando el origen de la mutación viral y buscando
desesperadamente una vacuna).
Se lo reconozca o no, lo cierto es que nadie sabe con certeza cómo salir del atolladero; atolladero al que tampoco se sabe muy bien -la verdad sea dicha- cómo diablos se llegó.
Prácticamente la totalidad de lxs economistas ya se atreve a vaticinar que la recesión resultante de todo esto superará con creces a las de 2008 (crisis de las hipotecas) y 1973 (crisis del petróleo).
No solo eso: una buena mayoría se atreve a pronosticar que muy probablemente equipare a la Gran Depresión de los años 30, hasta ahora la peor crisis en la historia del capitalismo.