La última quincena de octubre ha sido crucial para el devenir del mundo. Dicho así parece grandilocuente, sobre todo si se tiene en cuenta que, en apariencia, en esa quincena no ocurrió nada anormal. Sólo en apariencia.
Porque lo que ocurrió, sin ser anormal, fue significativo y tuvo lugar en China con la aprobación de una ley muy significativa sobre el control de las exportaciones y la celebración del Pleno del Comité Central del Partido Comunista. Lo que allí se decidió tiene tal relieve que va a reconfigurar el mundo.
China está inmersa en una guerra comercial-tecnológica impuesta por EEUU desde 2018. Una forma astuta, y demoledora, de responder a todos y cada uno de los movimientos agresivos de EEUU ha sido adoptar un planteamiento que ha dejado estupefacto al mundo occidental: «la doble circulación».
En contra de lo que han dicho algunos en Occidente, no es una medida a corto/mediano plazo para hacer frente a "las dificultades" (bonita neolengua) que le crea a China la agresión de EEUU sino que es una nueva estrategia económica que marca un giro casi total de lo que China ha sido hasta ahora y que afecta de lleno a la economía mundial.
Sin cerrarse a las inversiones occidentales o renunciar a las exportaciones, China mira decididamente hacia el interior del país (producción, distribución y consumo) con la determinación de reducir su dependencia de la tecnología foránea y de los mercados financieros.