Juan Sebastian Serrano [AFP / Semillas de identidad] - Armenia, Colombia
Cuando el "veneno" alcanza a las colmenas, las manos de Gildardo Urrego no dan abasto para retirar las abejas muertas. Es la segunda vez que enfrenta una perdida semejante, y sospecha que detrás están los agrotóxicos que impulsan el boom del campo en Colombia.
Cientos de enjambres han desaparecido en los últimos años en el Quindío, un departamento del oeste colombiano, donde las investigaciones oficiales apuntan al fipronil, un pesticida vetado en Europa y de uso restringido en Estados Unidos y China.
Más al norte, en el departamento de Antioquia, Urrego tiene una empresa de miel cerca de cultivos de maracuyá. En 2019 perdió 10 de sus 19 enjambres.
"Quizá no han hecho un buen manejo de los agroquímicos", sostiene este apicultor de 38 años.
Esta vez, fueron cuatro las colmenas que desaparecieron, cada una albergaba unas 50.000 abejas. En la última década apicultores de Estados Unidos, Canadá, Uruguay, Francia, Rusia, Australia, entre otros, han denunciado mortandad de abejas por los agrotóxicos.
Urrego no identifica el pesticida que mató a las suyas, pero a 280 kilómetros de ahí, en Quindío, Abdón Salazar lleva el cálculo de los daños en su empresa Apícola de Oro, y señala al fipronil como el veneno responsable.
"En los últimos dos años se pueden calcular más de 80 millones de abejas muertas", se lamenta este apicultor, mientras trescientas colmenas vibran a sus espaldas.
Otros apicultores como él se han acostumbrado a remover montañas de insectos muertos en esta zona donde, alrededor de los enjambres, reverdecen las plantaciones de aguacate y cítricos, en uno de los países más megadiversos del planeta - Leer texto completo