La tormenta Uri desnudó las falencias de los servicios públicos: 13 millones de hogares sin agua, 500 mil sin luz y 15 millones de personas sin calefacción y tarifas que se disparan por el consumo plantearon el debate sobre la desregulación y la falta de controles.
La ola de frío que atraviesa EEUU dejó al descubierto las falencias del modelo neoliberal aplicado con fervor en Texas y pone en jaque el proyecto independentista que alienta con regularidad.
Que una tormenta deje a 13 millones de hogares sin agua, a 500 mil sin electricidad, a unos 15 millones de personas sin calefacción, provocando una veintena de muertos, en otros países daría para llamarlo un estado fallido.
En ese rico territorio, los medios y el establishment eligieron culpar a los ambientalistas, que propugnan el uso de energías alternativas en lugar de las tradicionales, que siguen siendo la gran fuente de ingresos de las corporaciones privadas.
Para agravar esta crisis, gran parte de México se quedó sin energía eléctrica porque depende del gas que compra en Texas desde que la liberalización de la economía allí también.
Con récords de 20 grados bajo cero, la tormenta Uri produjo una cadena de calamidades, todas ellas previsibles. Los caños de agua estallaron por el frío, lo mismo que los ductos de gas.