Las elecciones de Ecuador no se celebraron este pasado 7 de febrero. La ciudadanía votó en gran medida en octubre del 2019. No hay forma de entender el resultado electoral si no es mirando por el retrovisor.
La votación de Yaku no se explica por Yaku. Ni la de Hervas por Hervas. Los 36 puntos que suman entre ambos tienen un claro origen: el rechazo, el rechazo a secas.
Y a ese factor cabe sumarle otro fundamental: Ecuador lleva varios años sumido en un estado de confusión e incertidumbre tal que no resulta fácil ordenar ideológicamente el amplio abanico de candidaturas. La Presidencia de Lenín Moreno caotizó la política ecuatoriana.
Los casi 20 puntos que logró Yaku en primera vuelta tienen como base el rechazo a las políticas económicas de la “triple alianza” (Lenín, FMI y grandes grupos económicos). Rechazo que tuvo como gran protagonista al movimiento indígena. No es a Yaku a quien ha votado la gente.
La mayoría de su electorado hubiera votado a Yaku, Iza, Vargas, o a cualquier otro representante de esa resistencia demostrada épicamente en las calles frente al ajuste neoliberal. Ese espíritu rebelde indígena trascendió, convirtiéndose en un verdadero sujeto político y electoral.
En ese alto porcentaje que obtuvo Yaku también está presente otra parte de la ciudadanía, afín a una agenda progresista en clave ambientalista y feminista.
Podríamos decir que Yaku es un candidato no progresista que logró quedarse con parte del voto progresista e indigenista - Leer texto completo