Los augurios no son prometedores. Tras un cierto retraso, a raíz de la elección de un nuevo Gobierno en Irán, las conversaciones están previstas para finales de este mes. Sin embargo, Washington parece incapaz de marcar el rumbo de estas conversaciones.
Ha aumentado la presión sobre Irán, aunque ligeramente; pero no hay señales de ningún plan alternativo estadounidense -un plan B- en caso de que no se reanuden las conversaciones o no se llegue a un acuerdo con EEUU.
De hecho, el equipo de Biden parece estar indeciso incluso sobre si tiene la intención de negociar para que Irán (y EEUU) vuelvan al acuerdo de 2015 "tal cual", o de ir a por todas para impulsar un acuerdo "más largo y más fuerte".
En la práctica, esta última opción -"más largo y más fuerte", y con más concesiones iraníes- es casi seguro que no es "factible": No estará disponible en este Gobierno de Raisi.
En resumen, no está "en ninguna mesa" de opciones. E incluso una vuelta al acuerdo actual sobre el programa muclear iraní (JCPOA) ahora es problemática.
El hecho es que el acuerdo de 2015 se ha vuelto cada vez más redundante. No tiene mucho sentido analizar aquí todos los obstáculos a un acuerdo que han surgido en las conversaciones, y que siguen sin resolverse. Eso ya no es lo más importante.
La cruda realidad es que Irán ha avanzado tanto en términos de su destreza técnica; su acumulación de uranio enriquecido al 60%; su capacidad técnica para fabricar y moldear uranio metálico;