x Rafael Hernández - director de la prestigiosa revista cubana Temas [lahaine.org] - Hacia 1962 la contrarrevolución interna había sido derrotada, no representaba un desafío al poder revolucionario, y si siguió viva y coleando fue por los norteamericanos
Cuando mi primo José Manuel y yo llegamos a Sopimpa, Escambray, había pasado menos de un mes de Playa Girón. Casi lo primero que hicimos fue buscar la cañabrava más alta que hubiera por los alrededores, y plantar la banderita de Territorio Libre de Analfabetismo que todos llevábamos en las mochilas.
La consigna de nuestra brigada de alfabetizadores era que la bandera más alta era la que ganaba. Al otro día, la milicia serrana pasó por cada uno de nuestros bohíos, y tumbó a machetazos aquellas gloriosas banderitas, con apenas una frase de explicación: «No se puede.»
Esa noche, Chalín, el guajiro que yo alfabetizaba, me informó que íbamos a dormir en casa de su hermano, porque él tenía guardia en el hospital. «Me la tienen jurada, y no puedo dejar a la mujer y los vejigos solos aquí.» Cuando le protesté por no dejarme acompañarlo, se sonrió, y me preguntó si yo sabía manejar el R-2.
Esa noche de mi
primera guardia como parte de una escuadra de guajiros milicianos, en el
edificio apenas terminado de un hospital serrano, todavía vacío,
vigilando un valle iluminado por la luna llena, con un fusil
semiautomático checo M-52 que tocaba por primera vez, me dejó una huella
de esas imborrables. Yo tenía 13 años - Leer texto completo