El Gobierno de Trump es el que mayor antipatía ha encontrado en América Latina en lo que va de siglo, no solo por su retórica polémica y provocadora hacia la región, sino también por su forma de hacer política en Estados Unidos; forma que, invariablemente, termina proyectándose hacia fuera.
Trump ha puesto en evidencia, como nunca antes, la polarización, injusticias y tendencias antidemocráticas del sistema político estadounidense.
Las elecciones de noviembre serán las primeras en las que: se habla abiertamente de fraude, el sistema de correos ha advertido que no puede garantizar la gestión de los votos, se asume que habrá “injerencia extranjera” y ha adquirido mayor visibilidad el rechazo de la población al sistema electoral indirecto.
También la gestión de Trump deja al desnudo, como ninguna otra, la injerencia en política interna de los países de la región, por su retórica propia de Guerra Fría y su postura abiertamente opuesta a la doble moral demócrata: