domingo, 3 de mayo de 2020

Bolivia - Sergio Gualberti Calandrina: El rostro de la CIA entre la jerarquía católica

x Ernesto Eterno [lahaine.org] - El arzobispo de Santa Cruz miró para otro lado cuando las FFAA y la Policía masacraban a balazo limpio a las “hordas masistas” en Sacaba y Senkata

Los rostros de la fe cristiana se muestran piadosos en la sonrisa de los niños, en las muecas de grandeza e inocencia de los ancianos, en las mujeres trabajadoras o en los indígenas a diferencia de las palabras estudiadas, solemnes y con aire de dignidad escolástica que se desnudan persistentes en las homilías cruceñas.

Estas, muestran el rostro político de una iglesia cuyo prestigio es cada vez más cuestionable dada su apuesta poco decorosa por una parte pequeña y opresiva de la sociedad.

Nadie sabe tanto lo que se tiene que decir o cómo decirlo en cada rito dominical o en cada circunstancia política que vive el país desde hace varios años como el ilustre arzobispo de Santa Cruz, Sergio Gualberti Calandrina.

Los pasajes bíblicos que usa le sirven de coartada tanto como el púlpito desde el que instala el mensaje preciso, la flecha incendiaria o la sugerencia que resuena como un mandato proverbial. Nadie, solo Sergio Gualberti. Con una mirada de águila que apunta a su presa, se mueve en medio del contexto como pez en el agua.

La existencia de la iglesia católica está empedrada de historias no contadas, de silencios no quebrados, de fidelidades ideológicas ocultas, de militancias financieras oscuras, de traiciones pero también de actos heroicos casi olvidados. Los primeros abundan frente a los segundos.

¿Acaso no son santificables en nuestra memoria la vida estoica del Monseñor Arnulfo Romero, asesinado por encargo extranjero, o de Luis Espinal, acribillado a balazos por una dictadura educada en la ignominia, solo por ejercer el derecho de la palabra y la palabra como un derecho que interpela?

Las “oraciones a quemarropa” tenían la fuerza de un tornado y el filo de una navaja que hacían mover montañas o cortaban implacables el aire inconmovible - Leer texto completo