El principio del fin de la tiranía somocista (1937-79) llegó cuando el pueblo de Nicaragua respaldó masivamente el espíritu de unidad política del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN).
En el archivo conservo documentos de las tres tendencias del FSLN (insurreccional, guerra popular y proletaria), y del variopinto arco ideológico de la JGRN.
A un costo de 35 mil vidas en un país habitado entonces por 3.5-4 millones (mitad de la población actual de la CDMX), el FSLN alcanzó una suerte de empate técnico en su lucha contra la feroz Guardia Nacional, sostenida por Washington.
El 17 de julio de 1979 Anastasio Somoza huyó a Miami, delegando el cargo en un monigote: Francisco Urcuyo, nuevo presidente constitucional.
Entonces, el FSLN lanzó la ofensiva final, y el monigote huyó a Guatemala.
El 18 de julio la JGRN (exiliada en Costa Rica) se desplazó a León, ciudad a la que ambas fuerzas proclamaron capital provisional de Nicaragua. Y el 19 de julio, el FSLN entró en Managua, envuelto en el grito de Sandino recuperado por la multitud: ¡Patria libre o morir!
Vanidades, inconsistencias, dogmatismos, narcisismos, traiciones, sectarismos, oportunismos y otras miserias de la lucha quedaron atrás.