Pedro Castillo llega al tramo final del recuento electoral con una diferencia de unos 80.000 votos a su favor. Falta apenas la ratificación oficial de su victoria, cosa que deberá resolverse en las próximas horas.
La ambigüedad de la cifra se debe a la variación infinitesimal que podría resultar del examen de actas observadas, incorrectamente llenadas o con firmas ilegibles.
Pero, aún así, la victoria del maestro rural es irreversible, y eso explica que desde el martes a la tarde la usina de rumores y mentiras de la derecha peruana y continental haya comenzado a batir el parche del "fraude".
Pero Adriana Urrutia, la politóloga de la Asociación Civil Transparencia, institución que desplegó 1.400 observadores en el Perú y en los centros de votación en el extranjero rechazó, de inmediato esa acusación al declarar que “no hay ninguna evidencia que nos permita hablar de fraude electoral”
" Esta afirmación es coincidente con la que hicieran los observadores de la Unión Interamericana de Organismos Electorales y nada menos que los enviados de la OEA.
Fake news - Otrora locuaces celebridades peruanas como Mario Vargas Llosa y Jaime Bayly se han llamado a un estrepitoso silencio. El primero escribió que "ardía en deseos" de festejar el triunfo de la hipercorrupta que hasta hace unos pocos meses era blanco preferido de sus más furibundos y devastadores ataques.
Como diría Jorge Luis Borges esta voltereta no fue producto del amor sino del espanto que a su atormentada alma colonial le producía la sola posibilidad de que un hombre de pueblo, un humilde maestro rural, pudiese lograr lo que él no pudo en 1990: ser presidente del Perú.
Y ahora arde, pero de odio y furia, ante la luz cegadora de un personaje que difamó, insultó y combatió con saña y sin tregua.
Bayly, otro espíritu colonizado hasta el tuétano, se cansó de difamar la figura de Castillo: lo acusó de chavista, castro-chavista, izquierdista, comunista e inclusive llegó a insinuar que podría ser "senderista".