(autor / elcomunista.net) - Ha sido sorpresivo el momento elegido por la estrategia estadounidense en la región para desencadenar su enésima ofensiva contra logros y aspiraciones, en potencia o en acto, de los pueblos de Cuba, Nicaragua, Haití y Venezuela.
Y la sorpresa aguza el ingenio y la sospecha. Esta ola desestabilizadora se sigue llamando contrainsurgencia preventiva, y es practicada por Estados Unidos a través de su «comando sur» con miras a abrir el paraguas antes de que llueva fuerte otra vez.
Por Juan Chaneton* - Sigue siendo cierto el sintagma de Henry Kissinger: hacia donde se incline Brasil, se inclinará América Latina, dijo una vez el ex secretario de Estado. Y en Brasil, la experiencia Bolsonaro no sólo ha fracasado sino que Lula Da Silva, si antes no sufre un accidente, renueva mandato en 2022.
Fernando Henrique Cardoso lo sabe y habla con el posible futuro presidente. En Argentina, el periodismo de derecha dice que Cristina puede optar por ser candidata en 2023. A ese escenario hay que salirle al cruce antes de que se concrete, así lo ha decidido Washington.
La geopolítica manda. Si vuelven, sobre todo si vuelve Lula, que sea aislado y condicionado. De eso se trata.
Deste la Cota 905, barrio pobre de Caracas, a las bellas callejuelas de San Antonio de los Baños, en Cuba; de Pétionville, un suburbio de Puerto Príncipe, en Haití, a Tipitapa y la Politécnica de Managua, en Nicaragua; es ese, ahora, el escenario de la desestabilización.
Y Venezuela.
Allí, en esos escenarios, los tumultos, las movilizaciones, las protestas, la guerra larvada en pos del poder político. Guerras de colores, de quinta generación, Gene Sharp y su fantasma que planea sobre las tinieblas de unas redes sociales troleadas por expertos en plantar protestas sociales.
En Colombia y en Chile, por su parte, se delinea, borroso, un futuro progresista, soberanista y antihegemónico. Las luces pasan, nerviosas, del amarillo al rojo en la Casa Blanca.
Joe Biden asume la presidencia de Estados Unidos con una agenda latinoamericana urgentemente agresiva para desarrollar la cual resulta clave el llamado «comando sur».
Su jefe, el almirante Craig Stephen Faller, ha visitado regularmente países de la región, y fruto de tal operatoria ha sido la instalación en Colombia, en el límite con Venezuela, de una base de criminales paramilitares con la función de activar la desestabilización no sólo en el país de Bolívar y Chávez, sino en toda la región.
Tal comando sur intercambia información y complementa su trabajo en el continente con la Drug Enforcement Administration (DEA), cuya tarea específica y de importancia estratégica es administrar el flujo de droga en Latinoamérica -en particular, en los conurbanos pobres de las ciudades- como parte sustantiva de una estrategia violenta de contrainsurgencia preventiva.
La escalada de disturbios fomentada en Cuba debe verse en este contexto, al cual cabe incorporar la dimensión geoestratégica - Leer màs