José Manzaneda - coordinador de Cubainformación (elcomunista.net) - Cuando, en enero de 2017, Barack Obama anuló la política de “pies secos, pies mojados”, que otorgaba el asilo automático a quienes, desde Cuba, llegaban, por cualquier vía, legal o ilegal, a EEUU, el número de balseros se redujo en más del 90 % (1).
Aquel dato –silenciado por la prensa internacional- demostró que el privilegio migratorio era el estímulo principal para las salidas ilegales desde Cuba (2).
Al llegar a la presidencia, Donald Trump no reinstauró el asilo automático, que habría sido contradictorio con su política anti-inmigración. Pero maquinó una estrategia contra Cuba mucho más maquiavélica.
Cerró el Consulado en La Habana y obligó a cubanas y cubanos a desplazarse a las embajadas estadounidenses en países como Colombia o México, para tramitar sus peticiones de visa (3). Esto redujo al mínimo las solicitudes, y el compromiso firmado con Cuba, por los gobiernos anteriores, de otorgar, al menos, 20 mil visas anuales, quedó en papel mojado (4) (5).
Impedir la emigración legal y, a la vez, aplicar un paquete de más de 200 nuevas sanciones económicas a la Isla (6), buscaba un efecto combinado evidente: generar una nueva crisis migratoria de salidas ilegales, que justificaría declarar a Cuba una “amenaza a la Seguridad Nacional” y presentarla como nación necesitada de rescate humanitario (7).
El impacto brutal de la pandemia sobre un país turístico como Cuba ha hecho el resto (8). Y la prensa aliada de Washington lo celebra con titulares de impacto: “Cada vez hay más balseros cubanos.
¿Se aproxima otra crisis como la de los 90?” (9), “Dos muertos y 10
desaparecidos al volcar balsa con inmigrantes cubanos” (10)… - Leer màs