A dos meses de iniciado el Gobierno del presidente Pedro Castillo, la escena pública peruana parece estabilizarse y se visualiza una creciente normalización de las crisis que se desataron las primeras semanas de gobierno, pese a la persistencia de varios focos de tensión desde la derecha y también en las propias fuerzas.
En la tensión entre el pesimismo y el optimismo se abre paso la alternativa del realismo, una dimensión de la realpolitik que proyecta la reciente encuesta de Ipsos: se mantiene la desaprobación de Castillo y aumenta su aprobación respecto al mes anterior (+4), y persiste el abismo entre su mayoritaria desaprobación en Lima (62%) y su alta aprobación fuera de Lima (49%).
El abismo no cede: Castillo aumenta ligeramente su aprobación el norte, centro y oriente, y en los sectores A, B, D y E.
Perú parece haber recuperado su inestabilidad gobernable que inauguró en el año 2016 o, si se quiere otro énfasis, su ingobernabilidad estable, como la definen algunos analistasde derecha:
la improvisación, el hermetismo y la polémica que desató el nombramiento de los miembros de su gabinete ministerial, que el viernes recibió entre duras críticas el voto de confianza del Congreso.
Apenas cumplido un mes de gobierno, la prensa trasnacional siguió el guión y habló también de “improvisación y hermetismo”.
Castillo comprobó
que su mandato arrancó sin «luna de miel» y, aunque su equipo de
gobierno logró el visto bueno del Parlamento, la potencial escalada de
tensiones tampoco augura un romance a la vuelta de la esquina.