En su postrer discurso del 11 de septiembre de 1973 y mientras la aviación bombardeaba a La Moneda Salvador Allende expresó su confianza en que más pronto que tarde se abrirían las grandes alamedas por donde marchen chilenas y chilenos para construir una sociedad mejor.
Transcurrió más tiempo de lo que todos esperábamos, pero finalmente el domingo se empezaron a abrir y su consecuencia fue un triunfo categórico de las izquierdas y una aplastante derrota de la derecha.
En lo que todos consideraban como “la madre de todas las batallas”, la elección de la Convención Constitucional, los “octubristas”, hijas e hijos de las grandes jornadas insurreccionales que comenzaron el 18 de octubre del 2019, lograron una mayoría que hizo saltar por los aires el cerrojo de la tramposa cláusula del “tercio de bloqueo”.
Como condición para aceptar el llamado a la Convención Constituyente la derecha había impuesto la regla de los dos tercios para el quórum y para aprobar los contenidos de la nueva constitución. Piñera y sus compinches estaban seguros de que las urnas arrojarían un resultado que les garantizaría disponer de ese poder de veto, al obtener un 35 o 40 por ciento del voto popular. Pero la ciudadanía decidió lo contrario.
Castigó a su gobierno y sus aliados por tres razones: la desastrosa gestión de la crisis de la covid-19 (tan admirada por el sicariato mediático argentino y la dirigencia de Juntos por el Cambio), la brutalidad de la represión a las protestas populares,