Después de los procesos de independencia, los países latinoamericanos mantuvieron economías agrarias, con predominio de haciendas, latifundios y plantaciones, bajo estructuras de tipo ¨precapitalista¨.
Edificaron repúblicas oligárquicas, que contradecían las proclamas sobre democracia, libertad e igualdad realizadas por las distintas Constituciones.
Durante el siglo XIX, en el cual predominó el bipartidismo, los liberales representaron la modernidad y los conservadores a las herencias tradicionales. Destacaron Argentina, Brasil, México y medianamente Chile o Uruguay por su adelanto económico. Pero los otros países centro y sudamericanos siguieron atrasados.
El capitalismo latinoamericano despegó con el avance del siglo XX y en buena parte de los países durante la segunda mitad del mismo. Regímenes como los populistas clásicos (L Cárdenas, G Vargas, JD Perón), algunos gobiernos radicales o revolucionarios en Chile, Uruguay o Ecuador (Julianos, 1925), Guatemala (1945) y Bolivia (1952), al mismo tiempo que impulsaron cierta modernización capitalista, tuvieron que imponer reformas para superar los viejos regímenes oligárquicos.
Ese oligarquismo fue brutal bajo gobiernos como los de la dinastía Somoza (Nicaragua), los Duvalier (Haití), A Stroessner (Paraguay), L Trujillo (República Dominicana) y los represivos G Rojas Pinilla (Colombia), M Pérez Jiménez (Venezuela), F Batista (Cuba), todos sostenidos por empresarios, oligarquías y, además, por capitales e intereses norteamericanos.
El desarrollismo de las décadas de 1960 y 1970, que también respondió a la extensión de la guerra fría en América Latina para impedir cualquier reedición de la Revolución Cubana, aceleró y consolidó la definitiva modernización capitalista de la región.