[elcomunista.net] - La corrupción es parte de la hegemonía capitalista desde hace muchas décadas; ha servido para perpetuar la dependencia de los países de África, América Latina y otras regiones del mundo en las que todavía quedan recursos naturales y personas por explotar, mientras se colonizan con robots la Luna, Marte… y algunas otras lunas de planetas más lejanos.
Cuando no tenían éxito, los sicarios económicos, se pasaba a otra fase: los golpes de Estado militares (para esa época, al menos en América Latina, el Comando Sur ya había modernizado los ejércitos) o la eliminación de los presidentes.
Precisamente, eso le ocurrió a dos líderes latinoamericanos que se negaron a aceptar los ofrecimientos para facilitar las inversiones: Jaime Roldós de Ecuador (1940-1981) y Omar Torrijos de Panamá (1929-1981).
Ambos murieron en accidentes de aviación, después que fracasaran los sicarios económicos.
Hasta bien entrado el siglo XIX, el capitalismo se basó en la violencia en todas sus formas; luego, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, se fue endulzando a base de sobornos; y postergando el uso de la fuerza con mucha más selectividad, cuando se agotaban todos los esfuerzos de la diplomacia del dólar.
El capitalismo financiero, con la psicología como aliada, ha sometido a la población de la mayoría de países a través de la corrupción de la clase dirigente: políticos, empresarios, cúpulas militares, obreras y religiosas.
A partir de la emisión (creación) de dinero basado en deudas públicas, el trabajo, fuente imprescindible para producción, se devaluó. Como consecuencia, los recursos naturales y la fuerza laboral son más baratas y la pobreza una carga que se suma a las deudas - Leer más