La vida política boliviana sigue a su ritmo vertiginoso. En poco más de una semana sucedieron dos hechos significativos que no pueden pasar inadvertidos. Primero fue el turno de las elecciones subnacionales y seguidamente tuvo lugar la aprehensión preventiva de la ex presidenta Jeanine Áñez, acusada de terrorismo, sedición y conspiración.
¿Cómo afectan ambos hechos al nuevo tablero político boliviano?
Comencemos por una obviedad: una cita electoral subnacional no es lo mismo que una nacional. En Bolivia eso ha sido así en las últimas décadas. Si echamos la vista atrás, observamos que el MAS siempre obtuvo una votación subnacional de entre 15 y 30 puntos debajo de lo logrado a escala presidencial.
En esta ocasión ocurre algo parecido. Luis Arce obtuvo 55 puntos en elecciones generales del año pasado, y ahora el MAS logra 42.5 por ciento de los votos a escala gobernación (gana en tres de los nueve departamentos en primera vuelta y concurre a cuatro en segunda);
mientras, a escala municipal, se ganó en 241 de un total de 337 o, visto de otro modo, alcanzó 33.3 por ciento de los votos. La única variable en la que sí hubo retroceso fue en cuanto a capitales MAS en El Alto; obtuvo sólo 24.3 por ciento de votos (sólo se ganó Oruro).
Otra obviedad: el MAS aún es la principal fuerza electoral y política del país, con presencia en todo el territorio boliviano. No hay otro partido que tenga esa capacidad. Existe oposición, sí, pero muy atomizada geográficamente; hay liderazgos locales, sí, pero no a escala país - Leer màs