Hace un año había gran expectativa en buena parte de la sociedad argentina por dejar atrás los 4 años de gobierno Macri (2015-2019), especialmente por los resultados económico sociales, los que podemos resumir en tres años (de cuatro en la gestión) de recesión, con impacto en desempleo y empeoramiento de las condiciones de vida y empleo de trabajadoras y trabajadores.
El resultado lógico fue el incremento de la pobreza y la indigencia. Junto a la recesión, lo que se desarrolló fue la inflación, que como sabemos supone una gigantesca transferencia de ingresos desde la mayoría que no tiene “poder” para fijar precios, hacia la minoría de “poder” concentrado.
Estos, sí que tienen la condición y posibilidad de aumentar los precios, por si mismos o por la vía de disposiciones de políticas estatales, como reiteradamente se observa con la suba de los combustibles en beneficio de las petroleras.
Reiteraremos hasta el cansancio que la inflación es lucha de clases, que es una cuestión de “poder”, con base en la propiedad privada de los medios de producción.
Es algo que sienten de manera evidente la mayoría que vive de ingresos fijos, sean salarios, jubilaciones o beneficios sociales, impedidos de lograr actualizaciones de ingresos contra suba de precios.
La recesión y la inflación se sostuvieron con un endeudamiento deliberado, que devino en “cesación de pagos”, default, en el último tramo del 2019.
Las expectativas estaban centradas en la reversión de una lógica empobrecedora, que en contrapartida había generado una fortísima acumulación de ingresos y riquezas en pocas manos - Leer texto completo